Sobre el prestigio individual y la calidad universitaria
El inspirado artículo del filósofo José Luis Pardo ("No me hables de Oxford", EP, 2.05.11) acerca de la imposible relación entre la mejora de la competitividad, preconizada como objetivo por los acuerdos educativos de Bolonia y la mejora de los índices de excelencia universitarios, nos anima a realizar algunos comentarios sobre la cuestión capital del prestigio de la enseñanza española.
Es habitual que se haga referencia -por parte de los "mayores enterados"- a la calidad de la enseñanza actual universitaria española con dos tópicos: la disminución del nivel actual de los alumnos que acceden a ella y el nivel homologable con otras instituciones académicas internacionales que habían alcanzado nuestros egresados, especialmente si se refieren a los años 70 a 90 del pasado siglo, y, por supuesto, en años anteriores a éstos, y que se habría perdido por la disminución de la calidad de la enseñanza, ahora masificada.
La argumentación es doblemente falsa. En relación con la enseñanza del pasado, esta era tan mala o tan buena como pudiera serlo hoy día, pero existía el estímulo individual para el estudiante de mejorar su estatus económico-social, lo que resultaba peculiarmente prometedor si se había decidido a abordar una de las carreras "difíciles", como era el caso de la ingeniería.
Superar los exámenes podría ser, desde luego, un ejercicio que demandaba esfuerzo, habilidad y suerte -en proporciones variables según la asignatura-, pero una vez terminada la carrera, la mayoría de los egresados eran tan torpes o tan listos como al principio. En conclusión, apenas unos pocos resultaban realmente brillantes, y así lo prueba el fluir de sus carreras profesionales, generalmente anodinas, por no hablar del desarrollo desde la Academia, de su capacidad para integrarse activamente en la sociedad civil, en especial, como agentes capaces de desarrollar lo que se ha dado en llamar la inteligencia emocional.
Los mejores -pocas veces coincidentes, significativamente por cierto, con el ranking que ofrecían los números de promoción oficiales- eran orgullosamente presentados como ejemplo del éxito y del alto nivel de la enseñanza española, amparando con ese recurso a la gran masa de titulados, académicamente idénticos, pero muy diferentes a la hora de hacer un análisis objetivo de su capacidad y comportamientos sociales e intelectuales.
La verdad es que los profesionales españoles son, en media, mediocres.
En general, el triunfo económico-social en España (y no digamos ya el intelectual o cultural) no se vinculó por ello con la Universidad o Escuela Técnica de donde se procedía. No importaba tanto dónde o cómo se adquirió la formación académica, ni con qué aprovechamiento, sino, en todo caso, el título que se ostentaba. Que, como lo prueban los desgraciadamente suficientes ejemplos de la picaresca, incluso podía inventarse sin decoro: "haber estudiado ingeniería", ponemos por caso, podría ser equivalente a "haber estado matriculado en uno o dos cursos" de esa carrera.
Hoy en día, los métodos de enseñanza no han cambiado casi nada (ni cambiarán, con o sin Bolonia), pero la masificación y la desmesurada creación de centros universitarios, ha disminuído los niveles de exigencia, por lo que puede decirse que todo aquel que quiera terminar una carrera, lo conseguirá, sea cual fuera ésta.
Se ha aumentado la dificultad de destacar por parte de los mejores de cada generación, que ahora se ven rodeados de muchos más cabestros intelectuales, y los vicios que impiden la promoción de los más capaces -nepotismo, amiguismo, plutocracia, envidia, etc- son mucho más activos.
Diríamos, parodiando la letra de la copla: Ni con Bolonia ni sin Bolonia tienen tus males remedio, Universidad española. Contigo, porque me matas; y sin tí, porque me muero. (1)
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(1) El autor es el mexicano Miguel Acebes Mejía, y el título de la copla "Ni contigo ni sin tí"; ha sido interpretada miles de veces -entre ellas, en "La niña de mis ojos", por una espléndida Penélope Cruz-, y atribuída a tirios y troyanos.
2 comentarios
Administrador -
Amelia -
El análisis de la situación, la búsqueda de soluciones, la critica constructiva -o destructiva, pero seria- al sistema que ha llevado a esto no se oye por ningún sitio, pero si sobran las lamentaciones de que no hay remedio. Y de paso, los viernes ya no hay clases. Los alumnos saben bastante por ciencia infusa.
Se debería tomar ejemplo del campo. En los cultivos se sanea para que las mejores plantas crezcan con brio; menos pero mejores.