Tras los cristales
No podemos dejar de imaginarnos al grupo de ricos muy ricos, mirando tras los ventanales de sus caldeados palacetes, en bata de andar por casa, a millones de anónimos individuos que, mal pertrechados, corren de un lado a otro, tratando inútilmente de guarecerse de la tormenta.
Parecería la filmación de una escena de película, porque, si el observador fuera capaz, como esos "ricos muy ricos" de contemplar la situación desde fuera, advertiría que, aunque para esos millones de personas el frío y la lluvia, y el riesgo de que les caigan encima los cascotes o los rayos, es real, hay un tercer grupo de personajes que se encargan de crear la escenografía.
Es el suyo un trabajo delicado, un inside job (1). Desde lo alto de las tramoyas, los especialistas en generar tempestades, vientos o tiempos bonancibles, según convenga al guión, están ahora vertiendo truenos, relámpagos y granizo sobre los pobres desgraciados.
Sin necesidad de recurrir a ninguna metáfora, podemos descubrirnos rodeados de especialistas en escenografía. Desde ilusos convulsivos hasta pelotilleros viscosos, pasando por mentirosos sin escrúpulos, todos estos miserables que nos quieren convencer de lo que no es, nos toman por imbéciles, por incapaces de discernir que, aunque consigan hacernos mucho daño, estamos por encima de sus maquinaciones, porque -al fin y al cabo- sabemos para quiénes actúan y porqué lo hacen.
Y ese conocimiento nos sirve de consuelo, nos hace, mentalmente, libres.
---------------
(1) El lector ya se habrá dado cuenta, suponemos, que estamos referiéndonos al guión de una película real, magníficamente recogida por Charles Ferguson, y en la que nos ha contado, con la voz y el rostro de los personajes verdaderos, nuestra propia historia de crisis y miseria. "Inside jobs" son los delitos cometidos por quienes tienen puestos de confianza.
0 comentarios