En el país de los brotes verdes: incapacidades, complacencias y parados
A finales de marzo de 2011, en lo que parece convertirse en una reunión periódica -puesto que ya van dos- entre el presidente del Gobierno y los más cualificados empresarios españoles para comentar cómo van las cosas, se consiguió suficiente consenso para difundir que la situación se va aclarando.
Lo primero que viene a las mentes, oyendo hablar otra vez de brotes verdes y de síntomas positivos de que se va por la senda de la recuperación, es el chiste aquel en el que un infeliz, agobiado por las deudas, pedía al que le auguraba: "Ten confianza en que todo va a mejorar", una precisión pertinente: "¿Mejora de mejorar o mejora de mejoder?".
Mientras caminamos de complacencia en complacencia por los bordes de un precipicio, es imprescindible preguntarse porqué estamos tan afectados por una crisis que no hemos provocado y para la que no hay razones -fuera del sector inmobiliario- para entender que haya destruído los cimientos sustanciales de nuestra economía.
Habrá que coincidir con los consejeros aúlicos del presidente Zapatero, conviniendo en que las empresas que conforman el IBEX-35, en efecto, no van mal. Sus beneficios colectivos en 2010 han sido de 51.637 millones de euros, cifra que mejora en más de un 24,7% las del año precedente.
Telefónica es responsable de aproximadamente un 20% de ese resultado, y, junto a Banco de Santander, Repsol-YPF, BBVA e Inditex, concentran el 63% del beneficio conjunto de los mayores barcos del mar económico español.
Las empresas del IBEX daban empleo en 2006 a 1,15 millones de personas. Al día de hoy, las confusas y heterogénas cifras oficiales (ha habido cambios en el número de empresas y múltiples operaciones de fusión, adquisición y absorción) apoyan que las grandes empresas españolas mantienen -ERE arriba o abajo- el número de sus plantillas.
La información disponible no es, an absoluto, transparente, y llega de forma tardía, no ya a los análisis académicos (que no importan mucho, la verdad, ¿qué consuelo produce saber que el 20% de los empleos creados para discapacitados hayan sido generados por un grupito de ibexantes?), sino a los políticos y sociales.
Estamos asistiendo en España a un proceso de concentración de actividad en los grupos de capital más importantes, a costa de una caída que se convierte aceleradamente en no recuperable de entramado empresarial, por destrucción de las pymes. Son estas empresas, las que se mueven en la parte baja de los sectores, las que los sostienen localmente, y es en ellas en donde se refleja mejor el dinamismo de las estructuras económicas.
Los ministros y los factores principales de esa parte de la economía del país que mejor aguanta las crisis, (y que, por ello, componen el Ibex: servicios básicos, vestido, alimentación y financiación de bajo riesgo), podrán ver ilusionados brotes verdes en el alféizar de las ventanas de sus despachos, pero no hay muchos vestigios de vegetación en las calles.
El 85% de la economía real sigue enmerdada con los restos de un tsunami que no ha provocado y del que no se les ha avisado. Ningún consuelo ofrece que desde esas centrales de sabiduría de alto nivel se les indique que se han podido poner en marcha nuevamente los reactores, porque hay sospechas de que nunca han estado parados, sino solamente al ralentí, atentos a fagocitar a los pequeños más rentables.
Menos beneficios en los grandes y más respeto al trabajo y esfuerzo de los pequeños.
Conseguir bajar los precios de proveedores agobiados por llegar a fin de mes y estar atentos a fagocitar, antes de que crezcan lo suficiente para constituir un peligro, los proyectos que apuntan sólidas buenas maneras, no merece el premio de un bonus. Tampoco sirve para garantizar la salvación de aquéllos, la opinión de ejecutivos que se empachan con las grandes cifras de la economía, tomando café con pastitas en despachos desde los que dan las órdenes oportunas para regar sus jardines, procurando diferenciarlos bien del territorio contaminado de la lucha por la supervivencia.
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