Sobre naturaleza, límites y espectáculo
También en el deporte. ¿O debemos decir, por supuesto, en el deporte?. El recrudecimiento de los controles acerca de las ayudas irregulares utilizadas por algunos de los atletas de élite y sus entrenadores para conseguir superar las marcas de otros competidores, está poniendo al descubierto muchas historias turbias del deporte.
Al mismo tiempo que caen las referencias de quienes fueron encaramados a sus éxitos incumpliendo reglas, se producen varias reacciones paralelas.
Están quienes expresan con un "ya era hora" su presunción de que estaban en el ajo y que se sienten aliviados porque otros, desde la autoridad, hayan puesto al descubierto a los culpables de las trampas.
Están, por supuesto, los otros que fueron vencidos por los ahora descubiertos, de los que muchos callan -tal vez porque saben, mejor que nadie, que también pecaron de lo mismo- y algunos sacan pecho, reclamando que se haga justicia, se revisen las marcas, se ponga patas arriba el medallero y se castigue con la horca a los culpables.
Estan, estamos, los que nos preguntamos por las causas de todo este teatro, del control y reparto de los dineros públicos y de la naturaleza de los canales para rentabilización de los intereses comerciales privados (pero no solo) que se mueven para conseguir más espectáculo.
También nos gustaría poner luz y orden sobre la presión que se ejerce sobre los profesionales a los que se pide siempre más: unas milésimas por encima del último registro, unos centímetros más allá del salto ya imposible, ensalzando como héroe al que queda primero y despreciando casi como inútil al que llega después.
Habría que revisar, adaptándolo, ese lema tan repetido de Citius, altius, fortius. Porque puede que no estemos en el momento de más rápido, más alto o más fuerte, sino más seguro, más leal, más inteligente. (Celsius, fidelius, intellegentius).
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