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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre hormonas ocultas en las carnes, ciclistas y gigantes

Alberto Contador, el héroe de Pinto, el ciclista que empezó a ganar la Vuelta a Francia con solo 25 años (en 2007), la sólida propuesta de redención para un deporte que se ha venido vinculando al dopaje más que al mérito de conseguir hazañas inhumanas, tiene un serio problema: en el análisis de orina que los sabuesos de la UCI (Unión Ciclista Internacional) en connivencia con la AMA (Agencia Mundial Antidopaje) se le realizó después de la subida al Tourmalet, quedó al descubierto que había consumido clembuterol, una droga prohibida.

Los aproximadamente 50 picogramos por litro (0,000.000.000.05 gramos o 0,05 nanogramos por mililitro, es decir, 50 billonésimas o 50 * 10 exp-12 g por litro) que detectaron unos Laboratorios de alta tecnología contratados para fastidiarle la vida se han convertido en una pesadilla para el deporte español, autoridades, profesionales y aficionados incluidos. Pero Contador tiene una coartada: el clembuterol debió entrar en su organismo por un solomillo contaminado que le trajeron desde España para compensar el sota-caballo-rey de la comida oficial del Tour.

El caso Contador lo despacharíamos nosotros en tres patadas. Un deporte durísimo, que mueve millones de euros basados en la publicidad de actuaciones que corresponden a atlantes, no debiera mover a unos señores que sientan sus posaderas en sofás almohadillados rasguen sus ropajes impolutos al saber que los jóvenes que lo practican tienen que tomar algún tipo de estímulo artificial para conseguir estar a la altura del mito. 

El comportamiento oficial ante el hipotético escándalo es farisaico. Porque el que los deportistas se estimulen artificialmente, así ha sido y así será, en este como en todos los deportes en los que se busque, por dinero, el espectáculo de conseguir que la marca anterior sea superada.

Pero el tema de la carne hormonada nos trae otra vez sobre la mesa de operaciones un asunto que parece olvidado. La alimentación con carnes de terneros cuyo crecimiento había sido estimulado con hormonas, y que está en la raiz principal del fuerte incremento en la altura que han experimentado los varones de las generaciones españolas, a partir de los años 1970/1980.

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