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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre mentirosos y mentiras

Quien más, quien menos, todos somos mentirosos, pero, en general, de mentirijillas.

Esas pequeñas mentiras, cuyas patas son siempre cortísimas, sirven apenas para ayudar a pasar página de aquellos momentos en los que hemos sido descubiertos en una situación que hubiéramos deseado no perteneciera a nuestro particular currículum o, también -todo tiene siempre un haz y un envés- queremos incorporar a él, inventándonos un ropaje que no nos corresponde.

Pero así es el poder del mentiroso, así el tamaño de la mentira que se siente con capacidad de urdir.

Para los mentirosos de mentirijillas, existen detectores y hasta programas de televisión que ofrecen pequeñas cantidades de dinero a quienes, conducidos más que por el deseo de ser veraces, por la contumacia en mostrarse estúpidos, tengan suficiente de estómago junto a la falta de cabeza para confesar en público que han engañado a su esposo acostándose con la peluquera, odian a su hermana mayor desde que se enteraron que usaba almohadillas en el sujetador o sisan latas de bonito caducadas en la tienda del chino de al lado.

Lo más curioso de esos programas es que el dinerillo con el que se alimenta la estulticia, no lo dan por ser un buen mentiroso, sino porque, a pesar de lo duras e inverosímeles que puedan parecer las confesiones, los presuntos afectados, parecen, por lo general, haberlo sabido y consentido. Por tanto, son cómplices de haber puesto sobre las mentiras del otro su capa de ocultación.

Julian Assange, que es el inventor de un uso realmente imaginativo de internet que llamó, sabiamente, Wikileaks (Fugas rápidas, en anglohawainano), se ha propuesto demostrar, con ejemplos prácticos, lo que ya intuíamos: que las democracias son mentirosas. En especial, cuando sus dirigentes empiezan guerras en los países para salvar en ellos a los súbditos de sus tiranos cuando ese es el beneficio colateral menos interesante, pues el daño pretendido es apropiarse de sus recursos.

Ha elegido como prueba de fuego para su cruel experimento -cruel para los sensibles crédulos de la propaganda oficial, si es que quedan- la guerra de Irak, en la que el ejército norteamericano cumplió a la perfección las órdenes de poner a ese país en estado de guerra civil, derrocando a sangre y fuego a un dictador de los muchos que ocupan el puesto de mando en países que oficialmente no pasan el examen, siendo tenidos por poco o nada democráticos.

No se sabe aún cómo se hizo con ellas, pero dice tener casi 400.000 páginas o documentos de mentiras, horrores, infracciones patentes de derechos humanos y testimonios irrefutables de comportamientos inhumanos, por parte de las tropas de ocupación norteamericanos.

Por los ejemplos que se van conociendo, perfectamente documentados, desgraciadamente verosímiles, con el marchamo de ser genuinamente ciertos, estamos ante una de las grandes mentiras al descubierto de cómo se sigue gestando la historia de la Humanidad. 

El más tonto se vuelve filósofo, y habrá que corregir algunos aforismos, adaptándolos. Mentir o no mentir, ¿ésa es la cuestión?. ¿Quien mucho miente, nada le aprieta? ¿Al público alabando y con la mentira dando? ¿Miente bien y no mires de quién?. ¿Bobalicón el que no mienta? ¿A buen entendedor, pocas mentiras?

1 comentario

Sorprendida -

Desde "lo + curioso ...ocultación" no entiendo nada.