Sobre las razones y efectos de un cambio de look
Empezaremos recordando que las referencias al look, están, para los que cuidan la pureza del lenguaje español, posiblemente en las últimas. En la vigésimotercera edición del diccionario de la RAE, está propuesto eliminar de ese anglicismo, por el que todo el mundo se viene refiriendo hasta ahora a la imagen o aspecto propias y ajenas, especialmente cuando se trata con ello de diferenciarse o llamar la atención.
Como estamos en época de culto al cuerpo y a la juventud, son muchos los que viven pendientes de su look, diga lo que diga la Real Academia. Cambiar de look (léase lúc) es un ejercicio, a veces obsesivo, al que se dedica mucho dinero.
El cambio de lúc es siempre físico. Puede consistir en un corte de pelo, hacérselo tintar, someterse a una intervención facial, a un estiramiento del vientre, a una operación de succión de la grasa que creemos sobrante o, en los casos menos agresivos -aunque no siempre más baratos- vestirse de una determinada manera o ponerse coturnos para parecer más alto.
Las mujeres, a pesar de sus indudables avances en el mundo occidental por demostrar su independencia, son las más proclives a cambiar de look, y las que aparecen más preocupadas por sus efectos.
¿Qué tal me ves? ¿Te gusta cómo me queda? son preguntas frecuentes de las féminas a sus parejas. También pueden preguntar lo mismo a otras mujeres, pero en ese caso, la respuesta no suele tener interés para las demandantes más como vehículo para sacar consecuencias de la opinión expresada por las interpeladas. (Exceptuamos el caso en que estas últimas sean sus propias compañeras sentimentales).
Sin dar a la cuestión muchas vueltas, se cambia de look por algún grado de inseguridad. Si se hace de cuando en cuando, y se reduce a cambios externos -no físicos- la explicación puede ser simple: se pretende estar más atractiv@, gustar, ir a la moda, variar la presentación del producto que somos todos nosotros, cambiando la envoltura.
Si se cambia de look frecuentemente, o si éste afecta a intervenciones quirúrgicas, lo más probable es que hayamos caído víctimas de alguna más grave incomodidad.
Como tenemos ejemplos que podemos extraer de la vida pública y de los entornos próximos, bastará invitar al lector a hacer un análisis elemental de las razones por las que cree que ese personaje (mandatarios de país amigo, princesas, ex-presidentes de gobierno, cantante cincuentón, empresario de la construcción o del transporte, etc.) se ha sometido a una operación de embellecimiento.
Y, al cabo de unos días, puede preguntarse por los efectos conseguidos.
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