Sobre el poder de la ignorancia
A medida que se van obteniendo más datos, puede concretarse que España, y en especial, ese pequeño territorio en donde habitan los asturfiados, vivió su última época floreciente en el primer sexenio de los ochenta del pasado siglo.
Atraídos por la perspectiva de participar en un cambio decisivo en la historia económica y social de la región asturiana y en concordancia con lo que parecía estar sucediendo en el resto del país, volvieron a la región gentes que se habían autoexiliado a los distintos extranjeros que entonces había.
Junto con otros bienpensantes que habían permanecido en la tierra matriz, se creó la ilusión de un diálogo social amplio y, por las perspectivas de diversa índole que se presagiaban, hubo la posibilidad de llegar a algunos acuerdos entre los agentes sociales, en especial, el capital y los sindicatos.
Animados con algunos éxitos y, sobre todo, con la promesa de otros muchos, se acometieron modificaciones masivas de la forma de hacer las cosas, guiándose por buenas voluntades, improvisaciones, empujes de variada intención, intereses de toda índole.
No fue fácil darse cuenta que los vicios anteriores se estaban reproduciendo, aflorando los mismos o parecidos desencuentros, combinado con la marginación que acabó siendo prácticamente sistemática de cualquier discrepante.
Se crearon así, nuevamente, las dos Españas, que, contrariamente a lo que muchas veces se difunde por ahí, no significa que los cuarenta y tantos millones de españoles pertenezcan a un grupo o al contrario.
No. Solamente hace referencia a que los cien mil o así que se esfuerzan por controlar al país, pugnarán de forma permanente por hacerse con los poderes, arrinconando al contrario; y, por tanto, como la lucha es ancestral, habrá de verse cómo las familias que están en el ajo de este cuento permanente han decidido repartir a sus miembros alineándolo en una opción y en la contraria, para que les importe lo mismo ocho que ochenta.
Esta combinación de estrategias vencedoras, exige como complemento imprescindible que el resto del personal se mueva en la ignorancia. Y a ello se aplican, por igual, tanto los de una facción como los de su complemento necesario.
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