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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre fuegos intencionados, propiedades públicas y bosques descuidados

Se quema el bosque. Es decir, lo queman. A veces, se descubre la mano que encendió la mecha por la que se inició el incendio. Otras veces (parece que las más), el fuego aparece por razón de un fenómeno natural, el rayo.

El bosque es riqueza paisajística, pero significa realmente poco para sus propietarios; servidumbres, impuestos, obligaciones.

El bosque se disfruta poco, aunque del bosque todos hacen elogios. Es bonito pasear por él, luce bien en las fotografías propagandísticas. Pero la realidad es que el bosque está abandonado, descuidado, solo.

Y hay intereses -ocultos aún o puestos al descubierto de pronto, para asombro de inocentes- para que el bosque desaparezca. Desde la envidia a la propiedad del vecino, el interés por recuperar algunas zonas para pastos del ganado, hasta las operaciones de contraturismo de largo alcance. Porque, sí, también hay quien paga porque el bosque de la competencia turística se queme, desaparezca.

Sintámosnos culpables. No estamos cuidando el bosque. Lo abandonamos en manos de las hojas secas, los helechos resecos, las ramas rotas; lo olvidamos entre caminos por los que, desde hace décadas, nadie transita. Pretendemos defenderlo con pomposas declaraciones de protección ambiental, con la creación de equipos de apagado de incendios muy sofisticados, pero no vamos a las raíces del problema.

No queremos cuidar al bosque, solo disfrutar de él, consumirlo. Y así se nos va, nos lo queman. Hoy es en Peneda-Gerés, en Pontevedra. Pero el lugar es lo de menos.

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