Sobre el turismo de calidad y el de cantidad
Los responsables de promoción turística de aquellos lugares que quieren atraer a visitantes foráneos, hablan mucho de "turismo de calidad".
El turista de calidad es el que viene con dinero, pernocta y come en el sitio, y compra en las tiendas del lugar, no solamente los ridículos souvenirs para regalar a la mamá o a la tía, sino lo que necesita y lo que le apetece.
El turista de calidad predilecto es el que se aloja en hoteles de cinco estrellas, viene acompañado de un séquito familiar y, tal vez, de sirvientes, se hace servir comida de muchos tenedores y compra por decenas vestidos de diseño y joyas, que se hace entregar sin salir del hotel.
Nos parece que la obsesión por orientar hacia un "turismo de calidad" las infraestructuras hoteleras y de servicios de los municipios españoles es un error. Uno de tantos como se producen como consecuencia de una programación acelerada, improvisada de las inversiones.
Porque lo que sostiene, de forma permanenente el atractivo turístico, es la calidad objetiva de lo que se ofrece. Y esta cualidad es una combinación de paisaje, posibilidades de disfrute -cultural y gastronómico- y paisanaje. Y esa oferta no puede ser orientada hacia una élite económica, cuya idea del lujo tiene que ver, en general, muy poco con lal cultura, con el respeto a la naturaleza y su disfrute pacífico.
Puede haber quien pague unos cuantos millones por matar un elefante o tener una piscina particular en sus sutie, pero no destinaríamos un euro del dinero colectivo a confirmar su hipotético derecho a pasar por encima del respeto que merecemos los que ni podemos pagarnos ese lujo, ni se nos ocurriría, de poder hacerlo, permitírnos tal despilfarro de recursos.
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