Sobre la contaminación en Madrid, sus causas y su medición
Madrid es una ciudad contaminada, en la que a la alta polución atmosférica se une la frecuencia de la inversión térmica. En estos días en las que por las noches refresca y por las mañanas luce el sol, las calefacciones se unen a la contaminación del transporte para contribuir a formar una caperuza irrespirable sobre la ciudad.
El Ayuntamiento ha decidido aplicar el principio de ocultar la cabeza, y los datos, suprimiendo de los registros aquellos días en los que se superan los máximos de concentración de gases contaminantes, y que hubieran situado a la ciudad en niveles de alerta. Esta técnica del avestruz, combinada con la del felino montaraz que es capaz de comerse sus propias heces para no dejar huella de su paso, no impide que los que padecen de enfermedades respiratorias, sientan la realidad en el aparato de medida insobornable que es el propio cuerpo, y los que no las padecen aún, pero son colectivos de riesgo, sufran del peligro.
Hay que reducir el tráfico rodado en la ciudad, condenar de forma disuasoria el uso alegre del transporte privado, perseguir a los agentes contaminantes, y tomarse en serio las mediciones, para tomar medidas adecuadas.
La responsabilidad política no consiste en ocultar al ciudadano los peligros, sino saber prevenirlos y, cuando se presentan, difundir inmediatamente la situación y tratar de paliarla con serenidad y solvencia.
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