Sobre los estímulos a la participación
Cuando se organiza un acto, se crea una comisión o se prepara una conferencia, el problema principal de los que están a este lado de la situación es cómo conseguir que suficiente público asista, que haya colaboraciones, que la sala se llene.
En realidad, existen dos niveles de participación y, por tanto, otras tantas formas de valorarla. Especialmente si se trata de actividades en las que se pretende que haya debate, que la participación sea aciva.
Porque hay quien se limita a asistir, ofreciendo su presencia pasiva; y hay quien, además, aviva los debates, ofrece variantes e ideas, se compromete. Son, claro está, los menos.
Si se está preparando un espectáculo, la participación que se busca es solamente pasiva, e importa únicamente el número. En este caso, la publicidad no necesita discriminar y, hasta llenar el aforo del local, podrá dirigirse bajo el lema: "Cuantos más, mejor".
Si lo que se desea es generar un grupo de prestigio, lograr un debate creativo, obtener una plataforma de influencia, lo fundamental es captar, ante todo, a personas con capacidad de arrastre. Se debería incluso evitar, para no disuadir a posibles socios o colaboradores interesantes, que los primeros apuntados fueran personas de bajo perfil.
En corto, pues. Cuando Vd. cree un grupo de opinión, ocúpese, ante todo, de llamar la atención de aquellos que puedan y quieran aportar prestigio. No abra la espita de la admisión general hasta que no tenga garantizada la presencia de un núcleo duro. Entre ellos, puede ver algún elefante que solo permita incorporar su nombre pero no ofrecerá nada más, pero atención a lastrar el grupo de arranque con nombres inútiles frente a las aportaciones deseadas.
Pero si únicamente está preocupado por llenar el salón, no deje que el azar le malogre una sensación que está en su mano crear. Obligue a que todos los que han participado en la organización del acto, se vayan el día señalado con su familia y amigos; que bajo ningún concepto la sala se vea medio vacía; al siguiente acto, aquellos que hayan venido de fuera, se habrán encargado de hacer la propaganda, difundiendo que había muchos asistentes.
Y, sobre todo, los conferenciantes a quienes haya invitado estarán encantados de dirigirse a un público numeroso, y adquirirán un gran concepto de su organización. Cuando vuelva a llamarlos, pasado un tiempo, para dar otra charla, accederán encantados, pues su ego tendrá el regusto del buen sabor de boca.
Pero, amigo, si ha pretendido organizar un foro de opinión y, para dar sensación de éxito, apunta en él a su familia, a sus amigos jubiletas o a una colección de seudónimos y anónimos extraídos de las páginas de su libreta de fallidas direcciones, le auguramos un fracaso rápido. No solo no obtendrá la viveza pretendida a su invento, sino que quienes hubieran podido participar, oliéndose el pastel, rehusarán meter sus ideas en el fallido receptáculo, y los que le hayan dicho que sí, a la primera batida de aburrimiento, se irán a otros lugares de viento más fresco.
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