Sobre los chisgarabises
Siempre hubo chisgarabises, pero ahora hay más que nunca. Se encuentran por todas partes, ocupando lugares en donde antes se les cazaba a la primera de cambio. Protegidos por su capacidad para escabullirse, se esconden en la profundidad de la selva, después de haber cantado donde nadie les llamaba.
El chisgarabís típico tiene el cerebro pequeño, la boca larga y las manos pegadas a la nuca. Es un bicho inquieto, moviéndose sin que quien lo esté observando pueda adivinar por qué.
Al ser especie que ha tenido múltiples cruces, es difícil encontrarlo en estado puro. Algunos tienen ahora la mano junto al bolsillo, pero la afición principal del chisgarabís no es el dinero, sino joder la marrana, picoteando de aquí para allá, amagando sin dar, u opinando sin el menor fundamento.
Hay chisgarabises que, con un falso pedigrí, calientan plaza de congresista o diputado. Los hay sentados en consejos de administración, tomando la sopa boba, que es su alimento preferido. Otros chisgarabises se han colado en Academias y Asociaciones prestigiosas, adornándose con plumas de otros, y se acicalan con laureles y diplomas difíciles de conseguir que, aunque falsos, les ayudan a trepar hasta ramas de sólido porte, a las que se agarran con lal lengua.
Los chisgarabises tienen una capacidad especial para imitar el lenguaje de otras especies de animales de la jungla y mezclarse con ellas. Rara vez se aparean y, cuando lo hacen, producen híbridos estériles, pero gozan comiendo de los excrementos de otros y lamiendo el culo a los machos y hembras dominantes. Aunque nunca ponen sus güebos en ninguna parte -al menos, que se conozca-, es conocida su propensión a dejar los de otros al descubierto.
Los chisgarabises deberían estar ya hace tiempo en fase de extinción, pero, sorprendentemente, gozan de protección oficial.
Como parecen dóciles, algunos los tienen incluso por animales de compañía, riendo sus gracias a mandíbula batiente. Despreciados en casi todas partes como animal inmundo, son, sin embargo, muy queridos por ciertas víboras disfrazadas de periodistas del cotilleo, a las que ellos convierten en zombis que, una vez que la prueban, ya no son capaces de alimentarse sino de carnaza humana. A estas especies, si se dispone de material adecuado, y siempre con el cuidado de lavarse después cuidadosamente, se las puede ver juntas, por la noche, chapoteando entre la mierda.
En fin, los chisgarabises, zascandiles y chiquilicuatros podrían ser mantenidos a raya, lejos de las áreas civilizadas, a las que, en realidad, solo acuden para tocar las narices. Sería muy fácil ahuyentarlos antes de que empiecen a calentarnos la cabeza prometiendo lo que no pueden cumplir, especulando sobre lo que no saben y buscando donde meter el dedo, siempre buscando el ojo de nuestros ejemplares más valiosos.
Bastaría con hacerles pedorreta, mandándolos con sus cantinelas al carajo.
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