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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre revolucionarios, víctimas y catarsis

Entre los muchos misterios que circundan el comportamiento humano, se encuentra el de la aparición periódica de las revoluciones y, por supuesto, el análisis del papel que que en ella juegan los revolucionarios.

Aunque, una vez que las aguas vuelven a su cauce, aparecerán presuntos revolucionarios como setas que alardearán haber estado allí, construyendo su puesto ficticio junto a los que condujeron la revuelta, damos la calificación de revolucionarios en este Comentario, únicamente a los líderes.

Es decir, eliminamos a los que se incorporan a posteriori, cuando han triunfado las revoluciones o cuando, sin haberlo hecho, los nostálgicos de lo que pudo haberse conseguido intentan ponerlas en valor. Son muchos los hábiles que quieren rentabilizar en su provecho las revoluciones conseguidas como las fracasadas, una vez que entienden ahuyentado todo peligro para sus posiciones y creyendo que su currículum se verá engrandecido con padecimientos inventados que parecen incluso propios de un martirologio.

También elimianmos a los que las secundan, sean cuales fueran sus móviles reales, pero no hubieran sido capaces de iniciarlas.

Detengámosnos, pues, en los que las promueven o lideran. Ahí están, animando a sus compañeros de infortunio a revelarse contra la situación que están padeciendo, porque la juzgan insostenible, prometiendo un mundo mejor sin las cadenas, exponiéndose.

Puede parecer cómico, si bien se observa, pero llama la atención de que, generalmente, los revolucionarios personifican frecuentemente, como nadie, el origen del disgusto colectivo, no en los que han originado la injusticia, sino en el carcelero. Si somos indulgentes, podemos pensar que se trata de falta de información, pero, en realidad, lo hacen por sentido práctico y por comodidad.

Las revoluciones no han surgido históricamente para cambiarlo todo. Solo pretenden tener éxito cambiando lo justo. Como los seres humanos aborrecemos los argumentos complicados, prefiriendo la sencillez, incluso la simpleza, los lemas de la revolución han de ser escuetos, directos, simples.

Una vez que la mecha ha prendido en el grupo de la rebelión, lo más aconsejable es estar lejos. Pocos líderes revolucionarios las culminan.  Cuando se ha producido el número de víctimas suficiente para calmar los ánimos, y se entiende alcanzado el punto de la catarsis colectiva, quienes las iniciaron, si han conseguido sobrevivir, se limitarán a decir: "No era eso, no era eso".

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