Sobre Chamberi Valley y Bill Puertas
Un grupo de jóvenes empresarios con proyectos ubicados en Madrid, ha creado la iniciativa Chamberí Valley, en remedo de una idea de culto que a todo el mundo se le ha explicado varias veces: Silicon Valley.
No sabemos si el grupo dispone ya de su Bill Gates particular que, en cumplimiento de la analogía, debería ser reconocido como el Bill Puertas español.
Nos podemos imaginar a estos emprendedores rastreando el mercado de las oportunidades tecnológicas, en la esperanza de encontrar ese nicho de prosperidad exponencial que convierte a quien se ubica en él en multimillonario en un par de años.
Poco se podrá decir a quienes disponen, seguro, de sobrada ilusión y suficientes conocimientos para detectar decenas de ideas acerca de cómo solucionar necesidades y problemas de sus congéneres.
No será necesario, pues, advertirles que el tipo más rico del mundo puede ser Carlos Slim, Warren Buffett o Bill Gates, según quién y cuándo haga las cuentas. Y, por supuesto, sabrán que Slim (católico de la facción del ahora abominado Marcial Maciel) y Buffett hicieron fortuna, sobre todo, comprando empresas cuyos propietarios estaban fuertemente endeudados.
No les será fácil, por supuesto, a estos emprendedores de nuevo cuño, seguir uno de los principios que difunde Buffett: "No inviertas en empresas cuya tecnología no entiendas".
Tampoco ignorarán que la empresa más grande puede ser Microsoft o Apple, dependiendo de la hora de la noche en que se realice el cálculo, y que, si quieren sacar el máximo dinero de sus inventos, deberán utilizar el aforismo de que no existe ninguna relación entre el market cap y el revenue de una empresa. (Sabemos que esta última observación es de una pedantería etimológica insufrible, pero así tendrán que entendérselas, si quieren ascender a la cima).
Lo que tal vez sea preciso es ponerles de manifiesto que las buenas intenciones concitan trampas mentales para las que más vale prepararse. Las llamaremos, en honor a su usuario actualmente más famoso, síndrome Del Bosque. Consiste en creerse que se puede simular que se están jugando los quince últimos minutos de un partido, cuando en realidad se está empezando el juego.
El síndrome se detecta porque no es posible olvidarse de que los últimos quince minutos se juegan con el cansancio de los anteriores setentaycinco, con las camisetas sudadas, el campo embarrado, la cabeza abotargada y muchas ganas de irse a casa.
En épocas de crisis, como en las que de vez en cuando nos toca jugar, hay que olvidarse de hacer simulaciones y meterse de hoz y coz en el juego real. Es el momento de los cocodrilos en la ciénaga, y las garzas tienen que estar atentas a sus dentelladas, cuando se acerquen a beber del agua escasa.
Be cautious, fresh entrepreneur: keep yourself away from hungry crocodiles.
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Conspicuo -