Sobre la dinámica en la creación y destrucción de empleo
La cobertura al desempleo costará en 2010 a la Seguridad Social española, más de 34.000 millones de euros. Con casi 3 millones de beneficiarios, la percepción media superará mensualmente los 960 euros, es decir, más del 30% del salario mínimo interprofesional, que es actualmente de 624 euros.
Un 20% de los dispuestos a trabajar no encuentran empleo: más de 4,5 millones de 23 millones de personas (población activa), sobre un total de 38 millones mayores de 16 años. Leídos estos datos en sentido inverso al habitual, hay 15 millones de personas que no buscan trabajo o que no pueden trabajar.
Respecto a este colectivo que no figura en las estadísticas del paro, no hay que pensar que se trata de improductivos. En absoluto. Allí se encuentran las "tradicionales" amas de casa que jamás han tenido un empleo fuera del hogar, labradores o agricultores que "han pasado" de darse de alta en la seguridad social, inversionistas, bolsistas y otros administrradores de propiedades declaradas o clandestinas, jubilados que dedican buena parte de su tiempo a obras sociales, trabajos no remunerados -o a cuidar a sus nietos mientras los hijos trabajan-, físico o síquicodependientes y otros incapacitados, etc.
Las cifras anteriores pretender dar solamente unos cuantos brochazos sobre el panorama general del empleo en España. Son datos, en realidad, poco relevantes para tomar medidas sobre algo sustancial: qué medidas concretas sería necesario tomar para reactivar la economía, de forma que se consiguiera generar empleo suficiente para disminuir el número de receptores de las ayudas públicas.
Para enfocar a fondo el problema, sería necesario profundizar en la dinámica sectorial de generación y destrucción de empleo. Es imprescindible analizar en detalle los subsectores que son más resistentes a la crisis y aquellos otros que están siendo más activos en la creación de demanda laboral.
No hay que tener mucha imaginación para inducir que los más resistentes son los que producen materiales de primera necesidad y aquellos bienes de consumo imprescindibles; en tanto que los sectores dedicados al ocio, a la fabricación y distribución de elementos de lujo y a la generación, importación y comercio de productos tecnológicamente sofisticados o de poca versatilidad, estarán sufriendo más los efectos de la crisis.
Pero no solamente eso: los sectores resistentes son aquellos en los que la producción está basada en verdaderas ventajas comparativas dentro del mercado global, lo que les permite resistir la competencia interior y, en su caso, mantener la exportación, concentrada ahora más en los paises con mayor resistenciaa la crisis o que ya la han superado. Las empresas de estos sectores están manteniendo el empleo e, incluso, ven cómo su cartera de clientes aumenta.
Analicemos de una vez en este país, con espíritu sistemático, cuáles son los sectores más robustos de nuestra economía, y enfoquemos hacia ellos los principales recursos de educación, investigación e impulso a la exportación coordinada. Y, si como sería deseable, pretendemos impulsar nuevas actividades emergentes, apoyemos aquellas iniciativas generadas por jóvenes universitarios en los nuevos sectores tecnológicos.
No nos parece que las mejores ideas de reactivación puedan provenir de aquellos empresarios o gestores de los grandes grupos ubicados en sectores más profundamente afectados por la crisis, que estarán, obviamente, mucho más preocupados por mantener sus negocios y reducir sus péridas; ni por sindicalistas con filiación política conocida, que se verán obligados a matener posturas muy sesgadas a la defensa y mantenimiento de empleo de sus afiliados, mayoritariamente empleados en grandes empresas.
Hay que escuchar a otros agentes, y darles más voz: Universidad, centros de investigación, autónomos, plataformas civiles, expertos internacionales y consultores tecnológicos, desempleados de alta cualificación, y, sobre todo, escuchemos a los responsables de pymes y micropymes en sectores de largo desarrollo. Ellos nos ayudarían a conocer mejor la dinámica de la creación y destrucción de empleo, sin los ruidos lastimeros que producen los que se están chamuscando en los infiernillos del cambio de ciclo.
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