Sobre las élites en España
Ferrán Izquierdo, coordinador del libro titulado "Poder y regímenes en el mundo árabe contemporáneo", en la presentacíón en La Casa Arabe de Madrid el 9 de febrero de 2010, realizó unas interesantes reflexiones acerca del funcionamiento de las élites en su búsqueda permanente por conseguir el control.
Defiende Izquierdo que el fenómeno de las élites es una constante en la Historia de la Humanidad, que supera las fronteras del tiempo y del espacio físico. Manifestando su discrepancia relativa con lo que, en la misma conferencia, había expresado Ramón Cotarelo, entiende que "en los países de la OCDE también debemos seguir hablando de élites, y no solo políticas".
Esto es así porque el "recurso capital se presenta en términos de poder, aunque, eso sí, alcanza una mayor diversificación" (en relación con los países árabes, sujeto principal del libro y de la conferencia). La situación de competencia continua entre las élites, en un sistema jerárquico, en el que los de arriba acumulan más poder, supone que "las decisiones de las élites no se toman en función de programas, discursos o de la mayor generación de beneficios, sino fundamentalmente del propósito de acumular mayor poder que sus vecinos." Esto les lleva a veces a actuar incluso en contra de la idea de beneficio a corto plazo.
Izquierdo, en otro momento de su exposición, se había referido a la posición de "los Botín, Polanco y de las élites políticas" en España durante la transición, que siguen siendo élites antes y después de la misma. Este juego de competición entre las élites lo trasladó también al seno de los partidos políticos.
El "caso del PSOE con Borrel, o la trayectoria del PP en los últimos años", ocupó su atención, como ejemplo de posturas canivalizadoras dentro de grupos que defienden frente al exterior las mismas ideas (al menos, aparentemente), pero no dudan en actuar contra aquellos con los que no tienen alianzas, prefiriendo, a corto plazo, perder unas elecciones o comprometer los objetivos, para hundir al adversario interior, en su ansia por lograr el máximo poder.
Estas batallas por el poder de las élites, tiene, para Izquierdo, un curioso reflejo (o, más bien, anti-reflejo) en la población. La población, entendiendo por tal (la apreciación es nuestra) los individuos no organizados ideológicamente, para alcanzar el poder, necesitan reunir tres condiciones: consciencia de su situación; objetivos concretos respecto a lo que deseen cambiar; medios para conseguirlos.
La transición fue posible, porque el pueblo deseaba el cambio, recuperar la democracia después de la dictadura franquista -Cotarelo había indicado que la normalidad en España había sido la democracia, y la dictadura era lo anómalo-, y tenía claro ese objetivo y se movilizó. "Cuando lo conseguimos, nos fuimos a la cama", apostilló Izquierdo, que se preguntaba: "¿Quiénes se movilizarían ahora?". En la democracia, ha habido movilizaciones populares puntuales contra una situación que deseaba cambiarse, y, por supuesto, se consiguió lo que se deseaba: la abolición de la mili, o contra la guerra de Irak.
Si en los países árabes "la población es la gran ausente, aplacada por el mecanismo clientelar o por la represíón", en los países occidentales, las formas de aplacar las movilizaciones populares son más complejas y sutiles. ¿Será por falta de objetivos?
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