Sobre los confines de la heterosexualidad
Escribir que nuestra sociedad occidental le da una importancia desmesurada al sexo, es proclamar una evidencia. Los matices implican, sin embargo, reconocer que se puede aplicar también a la cuestión el aforismo de "dime de lo que presumes y te diré de lo que careces".
La sexualidad es un aspecto más de la pulsión vital, vinculada a muy particulares sensaciones placenteras cuando se acude a la relación sexual con una persona a la que amamos. Desgraciado el ser humano que no ha conocido el goce de a mar a otro y haberlo hecho desde la intima satisfacción de sentirse entregado a él, en una unidad que no por pasajera es menos intensa ni dramática. Porque el paseo por el amor y la muerte es, como sabe todo adulto sensato, la sensación característica de nuestra racionalidad.
Pero la cuestión que queremos proponer no está relacionada con la intensidad del amor, ni del sexo, sino que deseamos poner el énfasis sobre la forma de practicar el segundo en parejas heterosexuales. Se dice que lo que sucede en la intimidad de cada alcoba es un misterio que solo comparten los que lo viven de puertas adentro. Bueno. Aunque esta defensa de la intangibilidad de lo que afecta a las relaciones sexuales de la pareja no ha de impedir ahondar en lo que nos une a todos los humanos que es, también en este tema, mucho y sustancial.
Quienes han estudiado algo de estadística saben que lo que se define como "comportamiento normal" no es sino una manera semántica de referirnos a la realidad de que, junto a una mayoría simple de comportamientos más comunes, existen mucho otros comportamientos que se desvían de ellos. Son, obviamente, registros también normales, lo que no impedirá considerarlos no habituales y, respecto a lo que es normal, desviados e incluso, si la desviación es extrema, aberrantes.
Una pareja heterosexual practicará, por propia naturaleza, habitualmente, el acto sexual de la forma como han sido conformados los respectivos sexos. Se ha considerado tradicionalmente como un tabú, cuando no como una aberración, la práctica del sexo anal- Sin embargo, nos atrevemos a afirmar que una mayoría inmensa de parejas heterosexuales lo practican ocasionalmente como una manifestación más del comportamiento íntimo.
¿Son por ello aberrantes?. No osaríamos tal calificativo. Pero esas mismas parejas hablan de aberración, porque así han sido socialmente educadas, cuando se imaginan el sexo practicado entre personas homosexuales.
Dejemos ya la cuestión sexual en su lugar, comportándomos con sentimentalmente adultos. Hay otras características más definitorias de la persona que la forma cómo practican el sexo. Hay mucho que decir todavía desde la sinceridad en la valoración de los comportamientos sexuales, porque, aunque hayan caído tabúes, el tema sigue estando impregnado de deformaciones, temores y falsedades. Libertad, pues, pero preocupémonos de otros aspectos más relevantes del ser humano, muchas de ellas, más patentes manifestaciones de su racionalidad.
0 comentarios