Sobre las previsiones
Muchas previsiones no se realizan con el objetivo de vaticinar el futuro, sino de provocar reacciones en el público con objetivos retorcidos. Generalmente, las razones de las falsas previsiones son económicas. Es muy fácil movilizar a mucha gente, si se cuenta con la base de credibilidad adecuada y el aparato para la difusión de la mentira o la media verdad.
El caso de la gripe A se está conformando como un ejemplo de la implantación de una falsedad utilizando una entidad con credibiliad (hasta ahora) para vender un producto comercial que premitiría (a saber) conjurar la gravedad de un virus hipotéticamente mortal.
La Organización Mundial de la Salud se encargó de tocar a rebato con alarmas terribles sobre la mortandad que se avecinaba por culpa de una mutación del virus ese de la gripe que cada año nos visita y nos fuerza a unas vacaciones en cama de un par de días.
Resulta que se va aclarando que el virus no mutó más que lo que acostumbra, que la gripe de este año es incluso más benigna que otros, y que lo único verdadero es que se han enriquecido más los fabricantes de esas vacunas de las que los países más civilizados (pero nos tememos que con los responsables cada vez más estúpidos o, al menos, más crédulos) se apresuraron a hacer acopios masivos.
Va a ser cosa de recordar que las únicas previsiones a las que hay que hacer caso son las que uno mismo realiza de acuerdo con su experiencia y que las mejores estadísticas son las que se peinan y lavan con las propias ideas. Porque, al fin y al cabo, no podemos olvidar que, desde que el mundo se ha poblado de incrédulos del Más allá (salvo, según parece, los seguidores de Alá), son demasiados los que creen que hay que aprovechar al máximo en el propio beneficio los cuatro días que se van a pasar en este mundo.
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