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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los desacuerdos de Copenhague

La Presidencia española del Consejo de la Unión Europea, que comenzará el próximo 1 de enero de 2010, se va a encontrar con un trabajo extra: concretar, desde lo que ya se llama Cumbre de Copenhague-2, los acuerdos de reducción de emisiones por grandes bloques de países que están imposibilitando el consenso en la reunión que estos días se celebra en Copenhague (y que terminará mañana, previsiblemente, con una simple declaración de intenciones).

No habrá acuerdo por dos razones: porque el presidente Obama no tiene el respaldo de su Congreso, en el que hay un bloque consistente de escépticos respecto al cambio climático, y, sobre todo, domina una inmensa mayoría que no está dispuesta a sacrificar la economía norteamericana obligándola a reducir su contribución sustancial al calentamiento del planeta.

La otra razón es que China no va a detener su marcha acelerada para convertirse en la "otra potencia", y, para ello, tiene que utilizar sus gigantescas reservas de carbón y dejarse de fruslerías en el uso de molinillos o molinetes.

Tambíén podría decirse que hay un tercer bloque de resistencia en los países menos desarrollados, encabezados por Pakistán (el grupo de los 70), pero su argumentación es un tema menor; ellos hablan de paisaje, no de economía y, además, son conscientes de que si hay un cambio climático de verdad, quienes más van a sufrir, con inundaciones, huracanes y desgracias, van a ser ellos.

Los sentimentalistas ecológicos han contrapuesto la posición de los países desarrollados a las de los pobres, para escenificar la falta de acuerdo en Copenhague-1. Hay una argumentación más cruel y no pasa por la conservación de la naturaleza, porque el ser humano ha demostrado que no es, colectivamente, un enamorado de la estética.

Si los países menos desarrollados pueden cambiar naturaleza por recursos de otro tipo, cabe la negociación. En otro caso, nos tememos que sus preocupaciones no contarán más que para hacer un poco de ruido en el debate.

Ojalá estuviéramos ante un verdadero dilema, y que los países ricos se encontraran en la necesidad de ayudar a los pobres paraa que cuiden su paisaje, conscientes de que tienen que ser espléndidos con ellos, porque si los pobres queman su paisaje (valga la metáfora), todos acabarían muriendo. ¿Recuerdan el dilema del prisionero que hemos estudiado en las escuelas de negocios?.

Pero el dilema no es ese. China quiere crecer, tiene reservas suficientes, dispone de la base tecnológica y quiere tratarse de tú a tú con los Estados Unidos. Europa lo que pone es el mantel y paga las consumiciones. Los demás países dan vueltas en torno a la mesa, por si cae alguna migaja, dando gritos.

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