Sobre la nanobiología
El perfeccionamiento instrumental permite al científico ampliar su campo de investigación hacia lo más grande y hacia lo más pequeño, con descubrimientos que si bien no consiguen disminuir la inquietud que produce en nuestra racionalidad la complejidad del mundo del que formamos parte, ofrecen algo de consuelo porque creemos entenderlo un poco mejor.
Entre los trabajos de investigación de máximo atractivo, hay que situar la nanobiología y, específicamente, el estudio de los quasi-virus. Como el lector con seguridad conoce, los virus son conjuntos de proteinas y lípidos en torno a un núcleo con información genética. Los quasi-virus carecen de esa información (al menos, que sepamos).
En la Jornada dedicada a los quasi-virus, organizada por la Fundación Ramón Areces el 21 de noviembre de 2009, se habló mucho de los quasi-virus. El acto se programaba también como un homenaje a Charles Darwing, que en 1859 pudo ver publicado On the Origin of Species.
Darwing no incorporó los microbios a su teoría de la evolución. Los virus no fueron descubiertos hasta 1898 por Loefller y Frosch, que investigaron el virus de la fiebre aftosa.
El profesor Esteban Domingo, director del Centro Severo Ochoa, recordó en su disertación que en 1 ml de agua hay del orden de 10 elevado a 8 partículas virales, y que en la biosfera se presentan 10 veces más virus que células (entre 10 elevado a 31 y 10 elevado a 32). Vivimos en un escenario de virus, sometido a permanentes mutaciones, algunas de las cuales -las negativas- provocan su extinción.
Los virus son el enlace necesario entre los principios darwinianos de la evolución y la teoría de la información genética, desarrollada por Eigen, Wilke, Saakian y otros científicos.
La cuestión de resolver la relación entre lo físico y esa parte de lo metafísico que está compuesta por la biología, puede estar en los quasi-virus, cadenas lipoproteicas que se alinean al azar, es decir siguiendo el principio de casualidad, hasta que se produce la transición crítica, el momento en que esas cadenas de transmisión que no acumulan información, pasan a transmitirla.
A Esteban Domingo alguien de la sala le preguntó cuál sería la primera acción que supondría el paso de la transmisión de no-información a información. No lo dudó: la copia del quasi-virus en otro idéntico al primero.
Los quasi-virus parecen, por tanto, ocupar ese lugar privilegiado que conectaría el mundo físico -el de la causalidad- con el metafísico -em el que las relaciones, aparentemente, están regidas por la casualidad-.
Si la función de copiarse a sí mismo es, como puede ser razonable, el primer acto de la cadena no-biológica para comenzar su evolución hasta la actual diversidad (hace más de cuatro mil millones de años), estaríamos cerca de entender, al menos conceptualmente, cómo pudieron suceder las cosas.
Solo nos faltaría explicar cómo, qué, quién, por qué, (se) introdujo la función copiar, doblegando por primera vez el ciego multiplicarse de las cadenas lípido-prótidas en el, hasta entonces, inane multiplicarse por azar de los quasi-virus.
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