Sobre el mal nacional de la insidia
Suele decirse que el mal por excelencia del pueblo español es la envidia. Pues bien: no estamos de acuerdo en absoluto.
La envidia, aunque elevado a pecado capital e tiempos en los que las gentes andaban más cortos de matices, es buena, es sana, es constructiva. Ya, ya sabemos que -sobre todo en la política y en círculos de señoras bien que se reúnen a hacer obras de caridad- se habla de la "sana envidia", como pretendiendo distringuir dos clases de esa especie del comportamiento, la corrupta y la sana. Pero, si bien se mira, la envidia no hace mal a nadie. Puede y debe servir de estímulo, para que la creatividad y el trabajo bien hecho nos acerque a lo que apetecemos.
El mal que más daño hace en esta sociedad y, seguramente, caracteriza muy especialmente lo hispano, es la insidia. Es decir, la voluntad de hacer daño a otro. Por la insidia, en este país tratamos de hundir al que destaca, echándole encima todo tipo de estiércol y maledicencia.
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