Sobre armas y armados
Se celebra el 12 de octubre el Día de la Hispanidad (antes, Día de la Raza, por propuesta impulsada allá por 1913, por el asturiano Faustino Rodríguez San Pedro, alcalde que fue de Madrid). Es la Fiesta Nacional por excelencia de las que se conmemoran en España y en Hispanoamérica, coincidente con el Día de la virgen del Pilar, patrona de las virtudes guerreras de nuestro indómito genio.
La fiesta va a arbitrarse, como no puede ser de otro modo, en torno a un desfile militar. En este caso, el de 2009 será algo más austero que en las precedentes efemérides, porque estamos en crisis, aunque los más de 4.000 efectivos humanos, el medio millar de aeronaves y los varios cientos de carros de combate y otros adminículos de destrucción, darán la impresión adecuada del poderío guerrero de esta nación que fue otrora líder mundial indiscutible y ahora pide permiso para escuchar lo que se dice en el G-8, con la banderita de alianza de las civilizaciones y I love Obama.
No tenemos más que respeto, y admiración, hacia los que han decidido hacer de la vida militar su modus vivendi profesional. Perdida la noción de Patria en un maremagnum de intereses provinciales bastante confusos cuando se les mira en conjunto, nos parece casi incontestable que el Ejército moderno español está limitado a cumplir una misión, en el contexto de los intereses mundiales, de segunda fila.
No se producirán, en consecuencia, ya más gestas heroicas combatiendo contra los feroces moriscos, turcos, albiones, galos, walones, romanos o portugueses, por citar solo algunas de nuestras gestas más heroicas, y sin olvidar, tampoco, aunque nos pese, las medallas ganadas por parte del estamento militar combatiendo contra civiles y sus propias facciones...
No habrá caso. Nuestras fuerzas armadas defenderán el honor de España corriendo riesgos de ser alcanzadas por una bomba accionada al paso de un malblindado, o cayendo desde un helicóptero de transporte pésimamente mantenido, o siendo atacados por insurgentes de quién sabe qué motivaciones, pero dispuestos a inmolarse ante la promesa de una eternidad llena de goces carnales.
Armas y armados. Qué lástima que la inteligencia del hombre tenga de compañera su beligerancia. Contra los que quieren apoderarse de lo que tiene el otro, no queda más remedio que defenderse. Habrá siempre armas y armados. Serán necesarios, imprescindibles, no seamos estúpidos.
Pero nNos gustaría que en el Desfile de la Hispanidad, y en todos los desfiles, hubiera científicos, técnicos, médicos, biólogos, abogados, filósofos,...muchos investigadores de la paz, de la defensa ambiental, del desarrollo cultural. Que se leyeran escritos de convivencia, de lealtad recíproca.
Y que, al final, solo al final, apareciesen esos esfozados hombres y mujeres armados, que arriesgan, desde luego, su vida, lejos de sus familias y hogares, para garantizar algo que nadie se ha preguntado con serenidad qué es exactamente, porque, diablos, seguramente ya nadie sabe bien de qué se trata en estos momentos.
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María -