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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre piratas y pesqueros

Tenemos 36 tripulantes (16 de ellos, españoles) rehenes del rescate de un pesquero secuestrado, llevado al inclemente abrigo de la costa somalí, una fragata española al acecho de una intervención problemática, varios helicópteros sobrevolando tomando fotografías aéreas de gran valor documental, dos presuntos piratas -uno de ellos, herido en el vientre- en prisión incondicional por aplicación por los pelos de un artículo del código penal, y un gobierno nervioso reclamando calma y tranquilidad a la población, al unísono con una oposición igualmente nerviosa y posiblemente tanto o más incompetente que proclama que todo lo que se ha hecho, hace, y hará estará mal, por definición.

Somalia es, como se sabe, un país inexistente marcado por el hambre y el desorden. Está muy mal ubicado, porque la zona es rica en caladeros de pescado, en gas natural, en petróleo y otros recursos llamados naturales, y las aguas de aquel lejano territorio, adecuadas como basurero colectivo de residuos, especialmente los más contaminantes y peligrosos.

Si no fuera porque las apariencias internacionales se han hecho algo más civilizadas, hace ya tiempo que algún país poderoso lo habría invadido, encarcelado y muerto a esos señores de la guerra y esos bucaneros que tanto molestan y que dicen defender sus costas de la invasión explotadora, y puesto un poco de orden occidental en la población. Pero se tienen ya demasiadas actuaciones de pacificación abiertas en el mundo, y conviene aportar algo de calma.

Nos parece que, mientras el bufete ese londinés negocia con los bucaneros -se va a seguir haciendo así, ¿no?- el rescate del pesquero (aproximadamente habrá que pagar un millón de euros, cuya entrega, obviamente, será negada), lo mejor que estaríamos todos haciendo es estar callados. Ese dinero, por supuesto, servirá para dotar de mejores equipos y armamento a los patrulleros de la zona, el mejor oficio detectado para los pescadores autóctonos.

El superjuez Garzón no va a tener más remedio que mandar soltar a ese par de indocumentados, una vez que sean curados de sus heridas, y sería preferible que lo hiciera en la misma chalupa en donde fueron apresados, para evitar incrementar con otro par de desharrapados las ya muy amplias poblaciones de alóctonos que están atiborrando nuestros espacios marginales.

Y el Gobierno puede, desde luego, preparar su cara de satisfacción para anunciar que, después de intensas gestiones, los 36 marineros del pesquero han sido liberados, sanos y salvos. Ellos contarán su historia: les trataron bien, en ningún momento temieron por su vida y que, desde luego, no se habían alejado apenas de la zona protegida, pero el pescado es cada vez más escaso y hay que arriesgar más.

En fin, que o nos vamos acostumbrando al pescado de piscifactoría que, con cebollita y un chorrito de vino blanco, está muy aceptable, o nos hacemos vegetarianos. Porque eso de que nuestra Armada tenga que medirse con piratas armados con fusiles navegando en chalupas zodiac que se aventuran a más de 700 km de la costa a la ventura de atrapar un atunero amordazado por tener sus redes echadas, no aguanta el tipo por mucho tiempo más.

 

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