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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los hijos de las tinieblas

(En un Comentario anterior, nos referimos a los "hijos de Dios y los hijos de las tinieblas". En éste, nuestro destinatario, como se colegirá de inmediato, es un colectivo diferente al apuntado entonces)

En época de crisis y de oscuridad, es evidente que quienes florecen y encuentran su medio adecuado, son los hijos de las tinieblas. Entre las alcantarillas, hurden sus trampas, realizan sus oscuras operaciones de canibalismo, engordan, se multiplican y resisten. Son ratas humanas.

Seguramente el lector al que suponemos de costumbres fundamentalmente diurnas y con domicilio conocido (al menos, por él y los suyos), no sabrá mucho del mundo de la noche y, salvo por experiencias ajenas de las que acostumbran a servirnos los media, poco de perversiones y actitudes delictivas.

De ahí que podamos deducir que habrá muchas cosas que no ha hecho y, salvo que se le atraviese un casual, no hará nunca. Ni dormirá bajo un puente ni al abrigo del portal de un cajero automático, ni comerciará con ciertas partes de su cuerpo o el de otros a cambio de unos billetes, ni asaltará un banco cubierto con pasamontañas o bigote postizo, etc.

Más bien, le tocará pasarlas canutas para llegar a fin de mes, entrar en un cajero bancario para consultar si no se le habrá puesto la cuenta en saldo negativo, aguantar lo que le pide el cuerpo durante largas horas de faena que, sí, cambia por dinero, etc.

Los hijos de las tinieblas a los que nos referimos no se ven impelidos a dormir a la intemperie. No. Duermen, a salvo de leyes o reglamentos que interfieran en su camino, en esponjadas camas, quizá con vistosos doseles y en habitaciones con vestidor y baño de lujo integrado.

Pueden pagar en efectivo, pero también cuentan con tarjetas doradas con las que cargar variados gastos, incluso de perversas aficiones. Y, en fin, se juntan con otros de la misma catadura, agrupándose para protegerse mejor, actuar más impunemente, controlar más aviesamente las pistas falsas que suelen dejar de sus andanzas.

Los hijos de las tinieblas de esta época han ocupado algunos puestos directivos en las entidades financieras, en los gobiernos, en las empresas. Se les identifica muy mal a la primera, porque están revestidos de un aura de respetabilidad y serenidad. Parecen por fuera como Vd. y como yo, pero no tienen la misma piel, carecen de sensibilidad.

Nos desprecian. Creen que somos tontos, que nos los hemos merecido por nuestra ingenuidad.

 

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