Sobre varios consejos para mejorar la sociedad
Nuestra sociedad tiene varios problemas, y la salida a esa complejidad no habrá de aparecer por arte de birlibirloque, sino que ha de ser discutido por los que pueden tomar las decisiones, escuchando a quienes pueden aportar las soluciones.
He aquí algunas reflexiones
1. Financiación de los partidos políticos.
Los descubrimientos, seguramente fortuitos, de algunas fórmulas ilegales para financiar el Partido Popular no pueden movernos a engaño. Todos los partidos recurren, para aumentar su capacidad de premiar a los simpatizantes y colaboradores, a reclamar cantidades de los contratistas a quienes conceden adjudicaciones cuando están en el poder.
Negar esa evidencia es una tontería, una falsedad de nuestra sociedad, una mentira nada piadosa que obliga a difíciles equilibrios contables, a falseamiento de facturas, a flujos de dinero B. Para poner coto a esta práctica no basta con apuntar a los escalones más débiles de la cadena ni, por supuesto, echarse las manos a la cabeza cuando algún exmilitante cabreado denuncia alguna irregularidad.
2. Independencia judicial
El poder judicial no es independiente. Podemos hablar largo y tendido (o de pie) sobre la conveniencia de serparar los tres poderes (o los cuatro, o los diecisiete), pero no es cierto que los jueces se dejen -siempre- guiar por la búsqueda de la justicia. Está claro que la mayoría de los jueces tratan de ser independientes, como la mayoría de los políticos pretenden huir de las prácticas de corrupción.
Pero esta sociedad está muy imbrincada. No es posible la independencia absoluta de nadie. Y menos de aquellos a los que les gusta cazar o pescar, o hacer vida de sociedad, o tienen amigos en este o aquel partido, o aquella o tal cual empresa. Podemos cerrar los ojos a la realidad de que los más poderosos económicamente podrán pagarse fórmulas de evasión y de exención de responsabilidades que el ciudadano medio ni soñó con que existieran, y si son descubiertos (o para defender sus intereses, sean cuales sean) podrán poder disponer del mejor y más influyente bufete, y gozar de capital para aguantar un largo proceso.
3. Elección de los gestores de la función pública
La política no puede ser parte del comienzo de una carrera personal, ni mucho menos, una profesión, especialmente de aquellos que ocupen los más altos cargos. Los políticos han de acceder a los puestos de mayor responsabilidad, en la cumbre de su vida profesional, no en los comienzos.
Para la elección de funcionarios, el dilema a resolver es, si queremos profesionales que, después de su oposición, tengan garantizada su carrera y su promoción, o los queremos someter a pruebas más o menos regulares de eficacia. Si nos hemos decidido por la primera opción, hay que ser consecuentes, y proveer a los funcionarios de expectativas profesionales coherentes, así como medios para estimularlos, incentivarlos, y, cómo no, aparcar a los incompetentes.
4. Mejora de la información sobre los flujos de capital
Nos gustaría saber quién analiza los datos del sector inmobiliario, o del mercado de coches de lujo, o la existencia de segundas y terceras viviendas, o quiénes son los detentadores de depósitos bancarios o acciones bursátiles o participaciones empresariales.
Hay mucho rico ostentoso que vive en parcelas a todo lujo, goza de vehículos último modelo de marcas carísimas y parece escapar a todo control.
En fin, existen otros muchos aspectos que podrían analizarse. Los dejaremos para otro día.
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