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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre mujeres especiales

La preocupación de la mitad de la Humanidad para que la otra mitad no le quitara el sitio especial que había conseguido por efecto de la mentira de autodeclararse como sexo fuerte, trajo muchas consecuencias históricas. Algunas, por supuesto, en el lenguaje.

Por ejemplo, nacieron, gramaticalmente hablando, las mujeres de pelo en pecho.

Una mujer de pelo en pecho no tiene porqué disponer del menor elemento piloso situado entre los más significantes de sus signos sexuales secundarios. Lo que se le pide, eso sí,  es que se comporte, en ocasiones muy especiales, de una forma decidida, como se supone que lo haría un hombre.

Es decir, haga lo que hace falte hacer, allí donde un varón (con o sin pelo en pecho) se lo pensaría dos veces, y, seguramente, acabaría tomando las de Villadiego o mirando para otro lado.

Relativamente cercanas a las primeras, se encuentran las mujeres de armas tomar. Con ellas hay que andarse con cierto cuidado, porque acostumbran a cantar las cuarenta al más pintado. Las mujeres de armas tomar suelen ser suegras, jefas que no perdonan que te duermas en el trabajo o esposas de los amigos íntimos a los que solo cabe compadecer, mientras nos manchan de lágrimas el hombro o la pechera.

Objeto (y sujeto) de particular atención son las mujeres de mala vida. Aquí si que hay notables diferencias entre unas y otras.

Las de peor vida son, indudablemente, las que malviven en países subdesarrollados, especialmente si en ellos se ha impuesto la práctica radical de principios religiosos claramente inventadas por los hombres poniéndose la careta de ser dioses para ocultar que, en puritísima verdad, lo único que les guia es que carecen de la menor intención de ceder privilegios al segundo sexo.

En el llamado primer mundo, las mujeres de mala vida suelen ser mujeres del segundo mundo que han sido traídas a estos lugares de perdición, engañadas con la promesa de poder llevar una vida apacible y feliz, y que, al llegar a la tierra tan falazmente presentada, se encuentran desprovistas de pasaporte, dinero y horizontes, siendo compelidas a prostituirse.

Se mujer de mala vida y "ejercer la prostitución" suelen usarse como sinónimos, siendo la segunda forma verbal  más elegante que la primera. Pero se nos antoja que ese verbo aquí está mal empleado. Se ejerce una carrera o se actúa en el ejercicio del libre albedrío, pero las mujeres que sufren esta situación tan desgraciada no ejercen nada, y suelen ser buenas mujeres desorientadas y engañadas que, simplemente, necesitan dinero para malvivir.

Otras mujeres especiales son las mujeres de hoy. Vienen a tener el mismo aspecto de las otras mujeres -aunque, en traje de baño, y sin pretender ofender, lucen más estilizadas- , pero se las distingue por lo que hacen con los demás. Llevan a sus hijos a colegio de pago, tienen personal a su servicio, una economía saneada y disponen de mucho vestuario, "para cada ocasión". Las mujeres de hoy suelen ser princesas, modelos, actrices y mujeres de futbolistas.

No hay que confundirlas, pues, con las mujeres normales y corrientes, que tienen maridos barrigudos, no tienen ocasiones y por ello, carecen de otro vestuario que un par de vestidos de Cortefiel o de Zara y tienen que lavar a mano los cacharros.

 

 

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