Sobre estirados, sublimados y advenedizos
Todos nacemos iguales, pero algunos somos más iguales que otros. Para estos -es decir, para nosotros- no queda más remedio que tratar de hacerse un hueco en el panorama.
Las formas de conseguir el sitio, por lo general, tienen que ver con la familia de los padres de uno y las relaciones que sean puestas en valor en relación con nuestro futuro.
Hace un par de generaciones -allá por los sesenta y setenta del siglo pasado- se inculcaba a los niños (y niñas, que también había) que era necesario estudiar y saber, y trabajar duro, para ser alguien en la vida.
En efecto, se puede ser alguien en la vida de muchas maneras. A pesar de que la economía es expansiva, las actividades que permiten llegar a esa situación, en general, son escasas. Los hijos de notario, banquero, registrador, ministro, etc., suelen tener más posibilidades.
Cuando alguien que no es del clan llega a una posición relevante, los que estaban allí, en lo alto, lo consideran un advenedizo. Para los que lo miran desde abajo, es, casi siempre, un sublimado. Y, si no se controla, aparecerá para propios y extraños como un estirado.
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Nerea -