Sobre las rebajas de temporada
Pocos son capaces de ver brotes verdes en la recesión. Conscientes de que lo que deben vender es optimismo, desde las atalayas gubernamentales se nos quiere convencer de que lo peor ya ha pasado.
Son las mismas voces que nos dijeron que no había nada que temer. Si no eres otimista, no te dediques a la política. En todo caso, no tienes más futuro que desde la oposición.
En España, ni siquiera sabemos bien si estamos en recesión por la obstinación con la que nos lo repiten desde fuera, o que lo que nos pasó es que nos había tocado la lotería y nos habíamos dado un viaje por el lujo, para saber de una vez cómo vivían las naciones ricas.
Brotes verdes no hay muchos, pero aumentando la deuda pública se han creado algunos reductos en los terrenos de la gestión pública en donde, obviando la clásica recomendación de no malgastar agua en verano y de que en época de vacas flacas no hagas fiesta, se hacen alardes de jardinería recreativa.
Muchas ciudades tienen abiertas sus panzas y operarios ocasionales de afamadas empresas constructores con dificultades de tesorería se dedican a buscar ese tesoro oculto que, como el monstruo del lago Ness, nadie ha visto jamás.
Lo que se debería investigar es cómo recuperar la confianza en quienes realizan augurios, sean de bonanza como de desastre. Porque, probando la versatilidad de las palabras, ante el mismo paisaje en donde unos ven brotes esperanzadores, otros creen encontrar, inconfundibles, más estragos.
Señales para apoyar un argumento o su contrario, no faltan. Los que tienen algo que vender, lo están pasando mal. Los carteles de "Todo a mitad de precio", "Gran liquidación por cierre de negocio" y "Nos hemos trasladado" jalonan el paseo del viandante, tanto en gran ciudad como en poblachón de alero.
En las zonas que se habían presentado como de "gran crecimiento" y "inversión con rentabilidad asegurada" los edificios lucen hoy anuncios de "Se vende", evidenciando las dificultades de sus propietarios registrales para aguantar el pago de las hipotecas, o el miedo a lo que se les viene encima.
¿Es para tanto?. Pues no hay, bien mirado, razones objetivas ni para tanto pesimismo ni para mucho optimismo. Tenemos lo que teníamos. Hay que recuperar las ganas de trabajar.
Lo que no impide afirmar que, como es clásico en toda crisis, quienes gocen de liquidez, tendrán una gran oportunidad de hacer su agosto.
En el sector de la vivienda, los especialistas afirman que los precios pueden bajar un 10% más. La comparación de los precios actuales con los de hace apenas seis meses, ya refleja una fuerte caída (en torno a un 30%), por lo que quienes compren ahora obtendrán una rentabilidad muy aceptable a medio plazo.
Parece que hay zonas en donde el fuego arrasó las perspectivas económicas. En otras, más bien lo que se advierte es la destrucción de un terremoto, que las hizo perder, para siempre, su capacidad de fructificar. No es, para ellas, cuestión de regar más o menos, sino de abandonarlas.
Pero otras gozan de buena salud, y en ellas, las ramas ahora se las nota más robustas y crecidas que antes. Habrá también que buscar nuevos lugares y trasladar allí los plantones, abonar y regar lo que haga falta.
Si Vd. tiene la fortuna de poseer liquidez, aproveche las rebajas de fin de temporada y, si su corazón no siente escrúpulos, apriete en la necesidad del próximo. Las mayores riquezas se han hecho casi siempre con la desgracia de los demás.
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