Sobre el Anticristo y el poder de los malos
Desde que el apóstol Juan se refirió a los anticristos como a aquellos que niegan que Jésús es el Cristo (Juan 2:22 : "¿Quién es mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Éste es el anticristo: el que niega al Padre y al Hijo"), la palabra ha tenido diversas interpretaciones, unidas al atractivo de que la aparición del Anticristo, tenido por plasmación del mal, sería preludio del fin del mundo.
No vamos ahora a comentar el uso variopinto que la imagen de este ente apocalíptico ha sufrido a lo largo de los siglos, sino que queremos llamar la atención sobre el auge que lo malo, lo perverso ha cobrado en nuestra sociedad. Como niños a los que gusta jugar con fuego, la apelación al Anticristo es utilizada como un elemento más de teatralidad e identificarse con él o verlo como algo próximo formaría parte de la sociopatología contemporánea.
Un sicópata de complejo diagnóstico, Charle Mason, se ha llamado a sí mismo el Anticristo, para fundar una secta "satánica" causante del asesinato de la actriz Sharon Tate. Un filósofo oscuro Friedrich Nietzsche, dedicó unas cuantas páginas infumables a demostrar que el Anticristo se identifica justamente en el cristianismo, como fórmula perversa de dominación y enajenación de los ingenuos.
Más recientemente, y a la cutre escala local, puede verse como en un concurso para premiar al mejor blog en lengua española, ocupa el primer lugar un incalificable compendio ideológico titulado "Yo soy el Anticristo", alimentado por un estudiante argentino de biología y apoyado por su grupo de amigos, que se encuentra ligeramente destacado del segundo clasificado, expresivamente identificado por su autor, un cuarentón de Castelldefels, como "Lo que me toca los cojones" (antes, simplemente: "Hasta los cojones").
No son muchos signos, pero habérlos, háylos.
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