Sobre la relación entre el sentido común y la alegría desbordante del forofo
El día 31 de mayo de 2009 se produjeron dos hechos sustanciales en la historia de Asturias. El Sporting de Gijón, que jugaba por la permanencia en primera división, ganó a un motivado Recreativo de Huelva, que llevaba ya varias jornadas hundido sin remisión en la categoría inferior. Por su parte, el Real Oviedo, culminó una brillante campaña deportiva por la que ascendió a Segunda B, consolidando así una marcha ascendente hacia las categorías de honor.
Estas dos gestas de dimensiones indescriptibles, provocaron que miles de ciudadanos salieran a la calle, hicieran sonar estrepitosamente las bocinas de sus automóviles, se bañaran vestidos en las fuentes públicas y justificaran ante sí mismos y sus amigos y familiares la razón para emborracharse un poquito y, tal vez, enzarzarse en alguna discusión malresuelta a puñetazos.
Hace apenas dos semanas, algunos de los seguidores de un club de fútbol que ha proporcionado las mayores gestas a la cultura catalana y, por ende, española, tuvieron ocasión de demostrar su alta vinculación con el equipo de sus sueños, a saber, el Barça, liándose a mamporros con los mossos de esquadra, incapaces estos últimos de entender que, por una vez, la calle era de los primeros, pues el equipo de Pep Guardiola había conseguido ser tricampeón mundial, proeza imposible salvo para los hijos de los diosees.
De estos concretos ejemplos, se puede colegir la relción entre el sentido común y la alegría desbordante de los forofos, c.q.s.d. (como-se-quería-demostrar)
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