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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre un cambio de modelo económico y su oportunidad

No debe ser tan fácil eso de cambiar de modelo económico, así, de golpe.

No basta, porque aunque se pertenezca al G-8+1, y se esté convencido de que ha llegado el momento de cambiar de caballo, dejando atrás el ladrillo y las industrias pesadas, tan contaminantes, la economía no lo es todo. Cuentan también la técnica y, en momento de crisis, lo social. Por no decir que hay convencer a quienes tienen el capital de que la rentabilidad estará garantizada en esas "nuevas oportunidades"

Por supuesto, todos estamos de acuerdo en que sería estupendo conseguir la máxima recuperación ambiental, impulsar la investigación aplicada, dar protagonismo al transporte verde y a la actividad socialmente responsable. Pretender cambiar el modelo tratando de convencer que todas estas actividades y propósitos generan empleo y riqueza -globalmente considerados- es una idea del terreno de las ilusiones.

Que unos pocos se hayan hecho ricos instalando molinillos o placas solares gracias a las subvenciones y al furor ecologético, no tiene que ver con un cambio de modelo económico.

No debe ser fácil, además, cuando hemos instalado en nuestro concepto de bienestar social un Estado de derecho espléndido, protector, optimista. Y todavía se lo pone más difícil al Gobierno, considerar que la oposición es antiespañola, retrógrada, carente de ideas (en un resumen esquemático de lo que cree, según reiteradas manifestaciones, el Presidente de Gobierno sobre el pensamiento de Rajoy).

El Ministro de Industria, Turismo y Comercio español, Miguel Sebastián, aboga por construir un nuevo modelo económico, diferente del que nos ha llevado hasta aquí, apoyándolo "en los fuertes programas de expansión del gasto público", que tienen "como objetivo fundamental suavizar la recesión económica y preservar el empleo" (EP, 17 de mayo de 2009)

En estos momentos, el gobierno de Rodríguez Zapatero se ha embarcado en ese propósito titánico: cambiar de modelo, o sea, de paradigma. En lenguaje figurado, cambiar de caballo o poner los huevos en otro cesto.

Lo quiere hacer, ante todo, sin precisar la esencia del cambio de modelo (lo que puede significar una ventaja, sin embargo: si no se dice a dónde se va, no habrá que justificar adónde se llega). Lo desea realizar, aprovechando el aumento del gasto público, que puede ser importante cuantitativamente, pero no puede olvidarse su proveniencia (los impuestos o el endeudamiento a futuro) y su reducida dimensión en relación con la actividad económica general.

Y, para mayor dificultad, desea que se realice ese cambio, preservando el empleo, sin explicitar cómo se han de cambiar las cualificaciones profesionales necesarias de los trabajadores, ni cuáles habrían de ser éstas...Suena a la cuadratura del círculo, y especialmente, si se concibe el cambio de modelo económico como propósito a corto plazo.

Como el tema tiene mucha enjundia y atractivo actual, un periodista especializado en temas socio-culturales, Vicente Verdú, ha sacado a la luz estos días un libro bajo el título "El capitalismo fineral" (Ed. Anagrama), en el que, puede leerse: "El capitalismo hace años que ha dejado de ser un sistema determinado y sus condiciones forman parte de la condición misma de la Humanidad (...) El funeral del capitalismo es, sin distinción, el fin de una época, puesto que lo fracasado no es un orden de desarrollo económico o social, sino el desarrollo del orden conocido".

Puede que todos estemos equivocados. Pero si Verdú tiene razón en su análisis -y suena bien- Sebastián lo tiene crudo. Y, por tanto, todos los españoles.

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