Sobre crisis, desarrollo y desigualdades
Vamos a ver si nos entendemos: si la Humanidad ha llegado hasta aquí, con esta divergencia abrumadora entre los países más pobres y los más ricos y, dentro de cada uno, con diferencias drásticas entre los que más tienen y los que menos, es gracias a las crisis.
Permítasenos no entrar en detalles. Pero cada una de las crisis, bien fueran provocadas por hambrunas, pestes, guerras, catástrofes naturales o artificiales, ha tenido sus vencedores y perdedores.
Hay un par de crisis que significaron un avance importante para una mayoría, aunque el resto de las crisis tuvo ventajas únicamente para las minorías. Incluso, en buena medida, fueron provocadas por ellas para aumentar su poder económico a costa de otros.
La crisis del descubrimiento de tierras ignotas, hasta entonces en manos de gentes con posibilidad de respuesta armada menor, benefició a las llamadas metrópolis y a los aventureros que surgieron de ellas. Desde los hechos más antiguos a los más recientes, la apropiación de lo que otros tienen -riquezas, tierras, mano de obra, etc- es la forma más simple de mejorar el nivel de vida...a costa de los desposeídos.
La crisis de la revolución industrial fue otra operación singular. Permitió el aprovechamiento de materias primas nunca o apenas utilizadas hasta entonces, lo que benefició a los poseedores y transformadores de estas materias primas, y de las máquinas que posibilitaron las operaciones, creando, junto a los magnates, una clase social a la que se dió un nombre adecuado: el proletariado...aunque, en realidad, no eran sino los herederos culturales de siervos de la gleba, vasallos, esclavos, plebe, criados, etc.
Es cierto que la crisis industrial -y su paralela sentimental, la crisis cultural- también benefició, al aumentar la productividad conjunta de la sociedad, al grupo intermedio entre pobres y ricos, que aumentó ferozmente: las clases medias.
No se hizo esta transformación sin tensiones. Significó un drástico cambio de formas de asentamiento y comportamiento, creó una complejidad de funciones de apoyo no directamente productivas, provocó la masificación de las urbes, la destrucción de muchos parajes y, por supuesto, aumentó las desigualdades entre los más altos y los más bajos de la cadena de aprovechamiento de las oportunidades.
Porque la organización sindical por parte de los trabajadores manuales (sobre todo, reivindicando mejoras y estabilidad en el trabajo para sus propios grupos, se apoyó en una fuerte beligerancia que los convirtió, en algunos países, en aliado político importante. En general, esa actitud combativa les supuso, en recompensa, la mejora relativa de sus posiciones -y, desde luego, de sus líderes- respecto al resto de los trabajadores (y no digamos, de los desempleados).
Concluyendo. La crisis actual dará oportunidades a algunos. A los que tengan liquidez -no parece, en este caso, probable una devaluación brutal del valor del dinero en los países más desarrollados- y, sobre todo, a los que más tengan. Localmente, se verán beneficiados los que estén situados en los sectores que se vean más afectados por la crisis y hayan resistido, porque podrán adquirir posiciones de oligopolio o monopolio.
Ahí están los más listos, esperando. Aunque el magnate Warren Buffett (el que dijo que al bajar la marea se distinguía a los que iban en pelota y, también, quien se jactó de afirmar que había tantas oportunidades que lo difícil era decidir) ha declarado entrar en pérdidas en el primer trimestre de 2009, y aunque los Mittal, Gates, y otros ricos muy ricos, parezca que lo están pasando mal, peor lo están pasando los Fernández, Smith, Shuhmacher y Durand.
Porque cada crisis tendrá siempre sus propios beneficiarios. Pueden cambiar los perros, los collares, o ambos.
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