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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre la frontera entre el libre albedrío y la ley natural

La recuperación de formas de comportamientos éticos, menospreciados en la sociedad moderna, parece estar entre los propósitos de enmienda ante la crisis.

Sociólogos, politólogos y políticos, difunden la buena nueva de que, para vencer la crisis económica, que tiene también un trasfondo de crisis moral, hay que recuperar, no solamente la actividad de los mercados, sino las normas de lealtad  y los sistemas de control que garanticen que nadie encuentre premio en saltarse las reglas del juego.

Coincidimos, sin embargo, con quienes opinan que no se trata de recrudecer las leyes penales o aumentar la tipología de los actos delictivos. La existencia de un Código Penal muy extenso puede tranquilizar a los ingenuos, pero los delincuentes encontrarán la medida de saltárselos, o, cuanto menos, actuarán convencidos de que pueden obviarlos.

En especial, no se debe olvidar que, en lo atinente a los delitos llamados económicos, o de guante blanco, los grandes grupos de acción, contarán con los mejores bufetes de abogados y los más sofisticados gabinetes económico-financieros (además, por supuesto, de cualificadísimos técnicos de los otros haceres).

El candidato prominente del PP a las elecciones europeas,  que tendrán lugar en junio -Jaime Mayor Oreja- lo expresó de forma excelente, en este aspecto, en su charla del 14 de junio de 2009 en la Fundación Rafael del Pino: "A los corruptos de verdad no los conocemos, solo conocemos a los ingenuos".

Con algo más de autoridad filosófica, pero la misma intención subyacente, Alain Touraine (Crítica de la modernidad, 1993), escribió: "La modernidad es refractaria a todas las formas de totalidad, y es el diálogo entre la razón y el Sujeto, (...), el que mantiene el camino hacia la libertad".

Las leyes naturales no tienen formulación fácil, como las matemáticas o físicas. A diferencia de éstas, no siempre es sencillo definir los elementos de contorno o las condiciones que fuerzan su cumplimiento inexorable. Podemos entender que en un medio sin gravedad, los cuerpos floten en el espacio, y lo hemos visto por la tele; pero, en nuestro mundo al alcance, los cuerpos se caen hasta dar con el suelo.

En el mundo de las acciones humanas, que creemos regido por el libre albedrío, hay unas cuantas leyes naturales que reclaman vigencia, aunque nos obstinemos en incumplirlas. La ley de la responsabilidad ética, del responsable comportamiento moral, vuelve a emerger, una y otra vez, de entre los destrozos de cada crisis.

En esos momentos, podemos ver a la Humanidad como personificada en esa metáfora atractiva de que los ángeles rebeldes fueron expulsados del Paraíso porque quisieron ser dioses, inventarse sus propias leyes contra su naturaleza dependiente del orden universal.

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