Sobre el paradigma de la responsabilidad social sostenible
El Gobierno de España (GE) y la Asociación Española para la Calidad (AEC) unieron sus esfuerzos para organizar una Cumbre sobre la Gestión Sostenible. La convocatoria atrajo a más de 300 personas, que tomaron notas mentales -y físicas en muchos casos- de los mensajes, desayunaron y comieron gratis y pasaron un día en compañía.
Desde lo alto de la Cumbre, los ponentes difundieron las claves para aportar valor para una gestión sostenible, desde una responsabilidad social que para qué les vamos a contar, también ha de ser sostenible.
Gustavo Piera ("18 claves para llegar a buen puerto"), Amparo Moraleda ("Cómo tener éxito como ejecutivo en cualquier empresa") y Juan José Barrera ("No pueden hacerse ni idea de lo que vamos a lograr con el Consejo Estatal de RSE") disertaron con empuje y atractivo sobre lo que les pareció.
El título de la conferencia de Piera venía, más o menos, en el Programa, y se corresponde con lo que escribe en su web y en su libro. Los otros títulos, a falta de referencia oficial (figuraban, simplemente, como "Conferencia"), los hemos puesto nosotros.
En los pasillos, entre ingesta y libación, algunos alumnos comentaban que había que cambiar el paradigma.Sentimos decepcionarles, pero, la única acepción aplicable a la situación de crisis, de las tres que se ofrecen del palabro "paradigma", es la de "ejemplo". Y no nos parece que el mensaje que se difunde en foros como el citado sea que "haya que cambiar de ejemplo". Los conferenciantes son casi siempre los mismos y, por supuesto, los ejemplos que pretenden dar son los que ellos han vivido, y los suyos propios.
Ergo, hay que mantener el ejemplo. No vamos, pues, a entrar en una discusión estéril a la que nadie nos ha llamado.
Lo que cambiaríamos desde Alsocaire, son las formas de aplicar "el ejemplo", dando por supuesto que ese ejemplo es el del comportamiento ético responsable, el seguimiento estricto de las leyes, la aplicación firme de la solidaridad social, la consciencia de que estamos en una globalidad y de que, aislados, no valemos nada o muy poco.
Hay que presentar buenos ejemplos y seguirlos. No solamente con las palabras de hábiles predicadores desde el púlpito. Con las voces de gentes enfangadas en la mierda, de esas que luchan día a día por no perder su patrimonio, por defender los puestos de trabajo que han creado con su pequeño/gran proyecto personal, por sobrevivir. Esas chalupas, que no disponen, por supuesto, ni de aguja de marear en el temporal, necesitan que dejen de hacer olas desde los paquebotes.
Los responsables de grandes empresas actuales, como tienen poco tiempo para leer, necesitan que se les den mensajes cortitos y, a ser posible, en forma de cuentos, con anécdotas, reales o inventadas, de gentes del Tibet, de gurús norteamericanos avalados con títulos en Harvard o vejetes simpáticos que lanzan frases que nos hacen reir.
Los responsables de las pequeñas empresas van a sus conferencias esperando que surja algún contrato, un buen contacto.
Moraleda, que respondió a una insidiosa pregunta desde el público sobre la posición de Iberdrola sobre la energía nuclear, expresando que "estamos a lo que el Gobierno decida" (aunque reconoció que los viejos técnicos españoles en nucleares, gracias al parón del Gobierno de Felipe González disponen de una "bien ganada jubilación"), citó a Warren Buffet: "Al bajar la marea descubrimos que algunos de los que se bañaban iban en pelota".
¿Y qué? ¿Qué más pasó? ¿Que cambiamos de paradigma?
(PS.- Muchos de los lectores de "La travesía" leyeron también "El monje que vendió su Ferrari" y un alto porcentaje cambiaron de coche el año pasado. La mayoría de los que no leyeron ni uno ni otro y estaban en el paro, siguen en él, aunque cada vez tienen más compañía)
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