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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre las empresas que solo buscan beneficios sociales y su contexto

Muhammad Yunus, economista bangladeshiano de fama mundial por haber creado el Grameen Bank, que le granjeó el Premio Nobel de la Paz en 2006, dió ayer, en el Salón de Actos de la Fundación Rafael del Pino, una lección magistral sobre los microcréditos y la necesidad de impulsar aquellos proyectos y empresas que, en lugar de perseguir beneficios económicos, pretendan únicamente un beneficio social.

El retorno perseguido por estos inversores sociales no son los dividendos en dinero, sino la satisfacción conseguida al poder cuantificar los efectos sociales de sus iniciativas. Pueden pretender la devolución del dinero que han depositado para la causa, pero jamás obtendrán una remuneración económica. Los proyectos, empresas, fundaciones, corporativas, etc., que hayan creado o coadyuvado a generar, no repercutirán en beneficios para ellos, sino para aquellas personas, de condición humilde, a las que han ido destinadas las inversiones. 

Puso Yunus varios ejemplos concretos. El más directo, la ayuda a 100.000 pobres aproximadamente, tutelados por los 27.000 empleados del Grameen, (a razón de 4 necesitados por empleado), a los que se les ofrece la posibilidad de, al mismo tiempo que piden de casa en casa una limosna, ofrezcan algún producto, dando la opción al donante, bien de comprar esa mercancía, bien de entregarle solo una dávida, o las dos cosas.

El dinero para ese incremento de actividad es ofrecido, junto con la información necesaria básica, por los empleados del Banco, sin esperanza de rendimiento económico. Yusun, con picardía economicista, califica estas actividades incorporando los términos de "segmentación del mercado", "aumento de la oferta", "especialización" e "introducción de valores añadidos a una actividad que, de todas maneras, se está ya realizando".

El Premio Nóbel, que no ocultó que ese objetivo social lo tienen también -por Ley- las Fundaciones (y otras entidades "sin ánimo de lucro"), puso dos ejemplos empresariales. La entrega por Danone de millones de yogures reforzados con vitaminas y minerales a niños en estado de desnutrición crónica y la instalación de depuradoras a poblaciones con máxima necesidad, para eliminar el arsénico y otros contaminantes del agua que beben, iniciativa para la que convenció a Veólia. Ambos proyectos se ejecutan en Bangladesh.

Como cualquier idea destinada a beneficiar a un colectivo con un bien o servicio que no puede pagarse, la recompensa de los donantes no altruistas -y no cabe pensar ni que Veolia ni Danone lo sean-, las expectivas de recuperación de lo entregado se localizan en otros mercados en los que las empresas desarrollan su actividad principal.

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