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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre lo que se podía aconsejar en estos tiempos a las mujeres de los césares

(Solicitamos clemencia para que no se vea trasfondo machista en las líneas que siguen, pero las mujeres de los césares son hoy un tipo socio-étnico amenazado).

Querida mujer del César:

Ante todo, enhorabuena. Has conseguido lo que querías y, si no era tu deseo exactamente tener a tu lado un hombre con proyección, eso es lo que siguen añorando, a pesar de que corren tiempos de igualdad sexual, miles, millones de mujeres en todo el mundo. Enhorabuena, pues, porque ya han empezado a envidiarte.

Habrás oído que la mujer del César no solamente debe ser honesta, sino parecerlo. Es una tontería sin aplicación. La mujer del César tiene que ser guapa y más joven que él. Por fortuna, existen procedimientos quirúrgicos que te ayudarán, además de saber lucir tu cuerpo con la ropa de marca adecuada. No temas los escotes y las aperturas de vértigo, los móhínes fruncidos. Debes provocar la envidia de las demás mujeres de otros césares, y el deseo rijoso de los Césares de mayor nivel que el que se acuesta contigo. Es ley de vida.

Debes disimular ante tu César que eres más inteligente que él. Aún más importante, debes dar la convicción a todos los demás (salvo a tus padres, si viven) que eres mucho más torpe. Eso tranquilizará a todos, especialmente a ese César que es más césar que tu querido esposo.

No importa cómo has llegado a su vera. Es mejor que te inventes un pasado morboso, y que le des credibilidad. Crea tu misma el misterio alrededor de tu circunstancia. Os conocisteis porque el era el novio de tu mejor amiga. Tal vez, el proceso consistió en un trabajoso camino de secundona de una señora que no comprendía la genialidad de su esposo, como colega québuenoeres o compañera lamelotodo.

Si te parece fuerte lo anterior, imagina al menos que asististe a una clase de "Historia de la humanidad a través del uso de mocasines" que impartió tu actual esposo en la Universidad de Polaroid, en donde tú hacías de becaria-ayudante de laboratorio.

Todo menos admitir que eras la alumna que los otros educandos apelaban de forma tan poco cariñosa porque hacías preguntas con obvia respuesta en el despacho del prometedor profe, la secretaria de buen ver que entregaba siempre las fotocopias del lado del jefe en su regazo o la compañera que no tenía problemas en quedarse a tomar la última copa, sin importarle el sitio. Sea como fuere, aquí estás hoy, a su lado. Rampante.

Unos consejos legales. En primer lugar, debéis hacer de inmediato separación de bienes. Ve poniendo a tu nombre, sin prisa y sin pausa, aquellas propiedades que vayáis obteniendo, de la forma más limpia posble, eso sí, pero selladas con el sudor de vuestras relaciones. Deja a nombre del César lo imprescindible para que no se muera de hambre si tenéis que separaros de golpe. Y por supuesto, aquellos regalos, donaciones y dádivas que tengan más difícil justificación. Es él el que tiene que demostrar que el esposo de la mujer del César es honesto.

Es preferible que trabajéis con efectivo, pero atención a las cuentas en Suiza, si llegara el caso de apetecerle al César abrir algunas. Nada de guardar dinero o joyas en el colchón. Utiliza como caja de caudales algún agujero del tejado, o, mejor, marca en un Parque natural el sitio en donde entierres las joyas originales, porque te harás una copia burda de las que vayas atesorando.

Es aconsejable comprar obras de arte -de mercado fácil, ninguna primera figura- y joyas a mantener terrenos y casas de labranza. Ojo, nunca pongas a tu nombre grandes fincas: tus propiedades han de ser dispersas y discretas y, obviamente, escrituradas muy por debajo de su valor real. Recuerda que debes tener siempre los originales a buen recaudo; en tu casa, solo imitaciones. Lucen igual y, como eres oficialmente tonta, te habrán timado.

Nunca te fijes en los trajes que lleve el César, ni en los coches que conduzca, ni le interrogues por los viajes que haga. Tú debes comportarte como una perfecta imbécil, ignorante de cualquier tejemaneje. Lo tuyo es oficialmente la canasta y los roperos caritativos. Comprendemos que, al principio, pueda resultarte difícil, pero con la práctica, te acostumbrarás. Si llamas mucho la atención en tu imagen oficial, te será fácil pasar desapercibida cuando hagas lo que te apetezca.

Así, cuando te interroguen, especialmente, la policía y los servicios judiciales, podrás decir con pleno conocimiento que no tienes ni idea del lujo que disfrutabas, ni lo que ganaba César, ni a qué se dedicaba. Porque, a tí lo único que te interesaba era jugar a las cartas y hacer obras de caridad. Si acaso, también la literatura romántica y coleccionar pinturas con escenas de caza compradas en los mercadillos.

Cuando asistáis a una fiesta, a una conmemoración, a una celebración de cualquier éxito, propio o ajeno, jamás pruebes el alcohol. Ya lo tomarás en casa. Nada de drogas. Mantén la cabeza fresca. Lleva discretamente en el bolso una libreta en donde anotarás autor y fecha, de cuantastoda confesiones y comentarios que puedas oir casual o intencionadamente contra el César máximo. Recoge servilletas, huellas, papeles, etc., justificando que eres amiga de fetiches y recuerdos.

Anota también, si es el caso, el nombre de los que escucharon contigo. Procura hacer muchas fotos, sin que se descubra tu verdadera intención: obtener una relación completa de todos los amigos, aduladores, compañeros del César. De tú césar y, en especial, del Máximo. Por si acaso.

Jamás escribas unas memorias sobre tu César, salvo que él, por avatares de la vida, diera con sus huesos en la cárcel. Lo más probable es que los enemigos de César le sacaran la punta a lo que hayas escrito, y, como no van a dejarle a él en ridículo -mientras siga llevando esa corona-, la emprenderán contigo.

Pero si tu César cae, tienes dos opciones: abandonarlo para siempre, y marcharte de este p. país, o difundir lo que sepas del mundo que lo rodeó. Nos ayudará a los demás.

Un cordial saludo,

 

 

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