La revelación de las masas
Una de las expresiones que han cobrado fortuna en el letargo social es la de democracia participativa. Yo la sitúo a nivel similar al de responsabilidad social corporativa, desarrollo sostenible o estado social y de derecho.
No me excuso por ser conscientemente provocador al poner en igualdad conceptos que en los foros oficiales y oficiosos se esgrimen con una veneración que no admite fisuras y que condena a la apostasía a quienes expresemos la menor duda, sino en cuanto al alcance de teórico de tales conceptos sonoros, sí respecto a la aplicación práctica que se les da en múltiples ocasiones.
Ciñéndome al valor real de la democracia participativa, tenemos en España en las actuales circunstancias, ejemplo perfecto de la vacuidad esencial de la propuesta de acción. La revelación de las masas es inequívoca: los intereses de la colectividad, cuando se expresan, tienen poco que ver con las soluciones. La masa reclama que se le cubran necesidades, pero no plantea opciones.
Y tiene lógica. No se puede esperar que un conjunto indiferenciado de individuos sea capaz de expresar vías de actuación. Su toma de posición solo admite dos posturas: la de la demanda de acción a los que se le presentan con capacidad de decisión (aunque no la tengan) y la de revolución, que incluye la destrucción material y el linchamiento.
Si, como ha sucedido en nuestra mal orientada democracia participativa, se ha dejado que las minorías interesadas monopolicen la expresión de las opciones. Si hemos permitido que los que no saben opinen con el mismo peso que los que tienen el conocimiento.
Si seguimos dando pábulo a la expresión del descontento frente a la formulación creíble de la información y de las opciones. Si quienes están tomando decisiones no tienen credibilidad -y, todavía peor, parecen afectados por la falta de honestidad que se desvela y extiende sin aparentemente dejar un solo reducto incólume-, la revelación de las masas se hace evidente.
Su rebelión, falta de cauces, lleva a la revolución, que es la única forma de hacerle perder su energía.
Es imprescindible poner orden en las ideas, para atajar el avance del caos, que resulta la forma natural de poner en evidencia que los líderes actuales de nuestra sociedad están fracasando en ofrecer soluciones y en defender la honestidad de sus actuaciones. No a la corrupción, al amiguismo, a la protesta sin alternativas.
Llamemos a la inteligencia, para que acuda a salvarnos.
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