Blogia
Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre las ferias de arte y los inversores institucionales

No dudará nadie que cualquiera puede hacer arte en estos tiempos. Cualquier feria de arte, en todo caso, valdría para revalidar esta categórica afirmación. No es que el arte esté muerto, sino que se ha acercado a todos los humanos, para que artistas como artesanos, instruídos como vacuos, expertos como aprendices, disfruten del aroma embriagador de la creatividad. 

Para hacer arte, lo que no se puede es estar solo. Ni trabajar en lo pequeño. El arte se manifiesta mejor cuanto más grande; su valor es tanto más creíble cuando la obra es alabada por alguien con nombre compuesto, que haya estudiado las manifestaciones artísticas de los papúes, los niuyorquinos, tibetanos, iraquíes y georgianos, por ejemplo. En alguna universidad prestigiosa para formar historiadores de arte, radiólogos, economistas, o sociólogos, por supuesto.

Si dispone de un soplete, una soldadora, unas cuantas chapas laminadas en caliente o en frío y una grúa capaz de mover un par de toneladas -además de los elementos de seguridad que sean del caso, para no vaciarse un ojo con las virutas derretidas o troncharse una mano o un pie con un desbaste caído desde las alturas-, cualquier combinación de chatarra a la que ponga un nombre sugerente (vale "Sin título") será considerada como arte, y tanto más si consigue exponerla en el sitio adecuado.

Si conoce a alguien -¿usted mismo? ¡no nos lo podemos creer!-que haya trabajado o trabaje en una fundidora (hay tan pocas... pero tal vez incluso pueda hacerse con un crisol o una lingotera de segunda mano...) su creatividad se verá potenciada, porque, haga lo que haga, podrá poner nombres rimbombantes a las piezas con las que pruebe el funcionamiento del horno, y venderlas independientemente.

Puede empezar a hacerse famoso regalando sus primeras obras a la capital de su provincia, región o condado. En casa ni le cabrían; ni les gustaría tenerlas.

¿Hemos escrito sitio adecuado?. ¿Un museo de Artes Plásticas, por ejemplo? ¿Una plaza pública recién readoquinada? ¿El jól de entrada a una empresa en donde se decida el destino de nuestros ahorros?. Sí, sí, sí.

Los asesores de inversiones en arte de las instituciones que van a gastarse un par de cientos de miles de euros, o algún millón de la misma o equivalente moneda, no van a aconsejar a los incompetentes artísticos que se sientan en los sillones de hacer dinero que se compren obras pequeñas, o que representen figuras identificables (salvo las del prócer, el propietario o su madre). Preferirán, algo ininterpretable, gigantesco, que pueda servir de propaganda.

A la obra, pues. cuérdese de repartir el dinero que le paguen por su obra artística entre los que le han llevado hasta allí, incluídos los que han tenido la valentía inicial de poner su obra junto a los pobres ilusos que siguen creyendo que la estética, la formación artística, el mensaje coherente, y todas esas cosas del pasado, dan valor a la creatividad y, sobre todo, son incapaces de lanzarse a fabricar piezas descomunales, que no quepan más que en los grandes (físicamente) museos, las plazas principales de las ciudades, los estercoleros y sótanos municipales o como justificación de apoyo a la vanguardia artística de las fundaciones de bancos,  constructoras, aseguradoras, eléctricas y así.

Buena suerte. Dentro de un par de años, puede que Vd. sea un artista consagrado. Y si no lo consigue, no importa. Diga que ya lo es.

0 comentarios