Sobre la propensión a la suplantación de personalidad por parte de los padres
Si la crisis económica tiene algún efecto positivo. que sirva al menos para simplificar el número de falsos benefactores de los niños que la imaginación y avidez de los comerciantes ha ido echando sobre las espaldas de los padres.
Desde el ratoncito Pérez hasta Papá Noel, pasando por los Reyes Magos o el Niño Jesús, son unos cuantos los espíritus que han delegado en el bolsillo de los padres su presunta voluntad de premiar las buenas obras y enderezar las inocentes maldades infantiles.
La única efemérides variable es, como se sabe, el ratoncito Pérez, que pone a los niños alguna cosilla bajo la almohada para compensarles el disgusto de haber perdido un diente de leche. La teoría dice que el tal Pérez cambia dientes por chocolatinas, libros de cuentos o monedas. Pero como es un sistemático incumplidor, han de ser los padres quienes mantengan la tradición; y cuando el niño les dice que ha puesto el diente y el ratón no "les dejó nada", argumentan que quizá estaría ocupado aquella noche, y que prueben a la siguiente.
Las conmemoraciones de los demás benefactores en grado fraudulento, se acumulan todas en el final de año y principios del siguiente. Hay una inflación de impostores en esas fechas. Sus celebraciones han ido incrustándose sin piedad en el calendario, a golpe de avidez mercantil, y son muy pocos los niños que renuncian a recibir regalos en todas ellas: por San Nicolás, el 24 de diciembre, o en la noche del 5 al 6 de enero.
La confusión es tal que desde hace ya decenas de años, con esto de la globalización, no solamente se pone el Nacimiento en las casas -nos referimos siempre a las clases medias, que son las que mantienen en pie las tradiciones- sino también se incrusta en el salón un abeto o pino (con su raíz o ya cortado a motosierra), y se dejan calcetines en la chimenea, paquetes bajo el árbol, zapatos y turrón junto a la ventana, además de comprar papánoeles de Ikea para colgarlos del balcón, como señuelo.
Padres, basta ya. Rebeláos. Abandonad el cuento. Decid a los niños, desde temprana edad, que los únicos dadivosos que existen de verdad son los padres. Y que, para nuetros hijos, llevamos haciéndoles regalos desde que nacen. Así que si Pérez, Melchor, Baltasar, Jesús, Nicolás o Gaspar quieren dar alguna señal, pues que se mojen; pero ya está bien de que unos lleven la fama y otros carden la lana.
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