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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre el ejercicio de la medicina y la perspectiva del paciente

La despersonalización de la medicina ha propiciado la diferenciación dramática entre dos tipos de médicos, inmersos cada uno de ellos en el magma de la pérdida de humanidad en el ejercicio de los postulados de Hipócrates.

Los médicos siguen siendo los demiurgos más creíbles de nuestra sociedad agnóstica. Pertrechados de un arsenal de técnicas oscuras, defendidos por palabras incomprensibles y aupados desde la necesidad del enfermo, la distancia entre el médico y el paciente puede ser infinita. Cuando se acude a un centro hospitalario, mientras se espera a ser atendido entre desconocidos, en una sala frecuentemente inmunda y ruidosa, hay tiempo para sospechar de que somos simplemente cuerpo, y de que, puestos junto a los otros, y, en especial, junto a los que están más cerca del poder, no somos nada.

Hay, sin embargo, otro tipo de medicina, que subsiste a pesar de todos los pesares. El del médico próximo, nada petulante pero sabio, que capta lo que necesitamos, y nos lo ofrece sin petulancia. Esos herederos de los médicos de cabecera de antaño, trasforman, con las medicinas adecuadas y las palabras de ánimo, nuestras dolencias en vapores. Con rapidez y contundencia, aliviando con presteza nuestra enfermedad común.

Porque hay dos tipos de enfermedades y dos momentos para el diagnóstico. La mayor parte de las veces, cuando acudimos a la consulta del galeno, necesitamos un remedio sencillo, pero que hay que saber diagnosticar. Desde la depresión senil, a la bronoconeumonía del adolescente, pasando por la rotura fribilar, la diarrea estival o la hernia inguinal, lo que necesitan muchos es tener a alguien quien les atienda de forma certera y próxima.

Otras veces, la medicina no tiene remedio verdadero, o si lo tiene, es a costa de asumir un gran riesgo. ¿Sabe su médico trasladarle, sin aumenta el dolor ni la inquietud?. ¿De qué vale saber que tenemos un cáncer avanzado que nos mandará al otro barrio en pocos meses? ¿Para qué someter al enfermo a costosas e inútiles intervenciones que prolongarían, solamente el sufirmiento?

Hace falta una profunda revisión de los principios éticos con los que se ejerce la medicina. Porque entre los galenos que se quejan, convertidos en neo-proletarios de lo poco que ganan y el escaso tiempo libre de que disfrutan, y te largan al quirófano como si fueras un cuerpo interte y los que atienden, con el cariño y su buena experiencia profesional por delante, a los sufrientes, hay una gran diferencia.

Perspectiva del paciente, la llamaríamos.

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