Sobre felpeyos y babayos
No es que resulte siempre fácil diferenciar a un felpeyo de un babayo, pero hay que intentarlo, ya que el tratamiento de ambas especies es completamente distinto.
Los babayos tienen su hábitat natural entre las multitudes y son individuos a los que nun.hay.que-da-y-os la mínima confianza, y valnos mas non-d-ir ni con ellos ni a pañar castañes, en tanto que los felpeyos aparecen como pestes en la propia familia -por lo general, entre los allegáos, traídos por causa de la parienta o del mihóme-. Estos últimos se presentan también confundíos entre xentes que tratamos mucho, hasta que nos percatamos, pero tamos ya caídos del guindo, que nun taben a lo que se celebrama, y que-y-os daba lo mismo roto que descosío, porque nun valen ni pa tener gallines.
Ambas especies tienen castigu, causando molestias y aprietos a quienes los sufren, que pueden variar desde simplemente ponéte de los nervios al más soterrao de dános pol culu (siempre, en figurado).
Los babayos no se pueden digerir ni en pintura y, para mas inri, aunque no tengan siempre la mala baba, tienen la virtud de venir a emporcános los mejores momentos, pues son presumidos amásnopoder, anden siempre enco-ro-petaos y tan refalciaos. Si se les da la mínima, no dudan en ponerse como ejemplos para todo lo bueno, contando batallas y mindongas que le ponen a uno -y sobre todo a una- a cien, actuando como si no tuvieran güelinas, que son esas señoras imaginarias que se comieron juntos al lobo y a Caperucita.
Los felpeyos son algo menos despreciables, pero no hay que bajar la guardia con ellos, porque, si están en vena, pueden hacernos perder hasta camisa. Con sus consejos de falsos entendidos, nos confunden de medio a medio en lo que dicen, y nos convencen de lo que non val ni pa un estropiciu. Luego se llaman a andanas, poniendo cara de aviséte asi que la culpa ye tuya, que nun tas a lo que se celebra, cuando en realidad son ellos los que meten la patuca donde nadie los llamó, y van por ahí queriendo picar y tar en la misa, esfocicándolo todo, que nin comen, ni dejan comer, espatuchando en el duernu.
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guillermo Díaz -