Sobre el español como lengua unificadora y las culturas regionales
Los tiempos modernos están dando al traste con uno de los logros mayores con los que comenzó la modernidad en España: la unificación linguística.
No pretendemos hacer menosprecio de las variadas versiones del latín que, con mayor o menor evolución y contaminaciones producidas por la orografía, han llegado hasta aquí, la mayor parte, heridas de muerte. Todas las lenguas, vivas y muertas, tienen el inmenso valor de haber servido o servir para comunicarse, ser vehículo para expresión de las ideas, los sentimientos, y se constituyen por ello en la base imprescindible para trasmitir los matices del placer, los contenidos de la ciencia, la riqueza de las situaciones.
Pero nos parece lamentable que se esté retornando hacia la situación que, tan simbólica como cruelmente, ha reflejado el Antiguo Testamento en el relato de la Torre de Babel. Los españoles habíamos conseguido tener, felizmente, una lengua única para la comunicación en todo el territorio, para entendernos todos con todos. Circunstancias históricas añadidas, cuyo análisis no queremos hacer ahora, nos habían dejado el regalo adicional de que el español fuera también el elemento de comunicación entre muchos otros pueblos, convertido en la segunda lengua mundial.
Una preocupación que se vende como restauradora de un desequilibrio y una dominación, pero que, al ser extemporánea, aparece como interesada, egoísta, carente de verdaderos propósitos globalizadores, pretende destruir esa unidad lingüistica, forzando la educación de niños y jóvenes en una lengua de difusión menor. Es una mezquindaz ideológica, un daño para esos educandos. La lengua es, sobre todo, base para la comunicación, Por su naturaleza, sirve de elemento portador de la cultura, pero es discutible que sea, por si misma, ella misma cultura.
Si se pierde el español como lengua común para entendernos en las tierras de España habremos perdido mucha fuerza para avanzar conjuntamente. El correcto conocimiento del catalán, del euskera, del galego, o del bable, no deben impedir el pleno y exacto conocimiento del español. Ante todo, tenemos que saber hablar y escribir perfectamente el español. Es nuestra lengua común, es lo que nos hace posible entendernos.
Los que quieren que nos miremos en el ombligo del pasado para buscar allí las borlas de una supuesta riqueza cultural diferenciada, nos están impìdiendo mirar limpiamente hacia el futuro. Español, inglés, árabe, chino, esperanto, ..., cualquier lengua que nos permita entendernos con el otro, con cuantos más mejor, afirma nuestra inteligencia, nos ayuda a ser pacíficos y mejora la creatividad de todos.
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