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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los muertos y su recuerdo

Se ha puesto de moda por estas latitudes hacer chirigota de la muerte colectivamente. Tomando prestada una costumbre foránea, los jóvenes -ay, los jóvenes- se disfrazan de zombis, aparecidos, brujas, calaveras y exorcistas, y organizan bailes, jaranas y chanzas a costa de la parva.

La realidad cotidiana es otra. Del sentimiento trágico de la existencia huímos como del diablo, si existiera. Nos aplicamos en negar nuestro envejecimiento, con afeites, potingues, operaciones de estiramiento y otros disimulos.

Y de la enfermedad y la muerte, ni mentarlas. Los hospitales son lugares en donde nos da pánico entrar para visitar a los otros, y los tanatorios, lugares de malaje.

Qué decir de los cementerios. Si su sensibilidad se lo permite, dése una vuelta por ellos. Verá los nichos abandonados, las tumbas descuidadas o abiertas, las avenidas y panteones, solitarios. Cuanto más vistoso el monumento funerario, generalmente, más años le habrán pasado por encima, dejando huella de abandono.

Tal vez, allá perdido entre la hilera de nichos, descubra una mujer rezando, un hombre arreglando unas flores, una joven musitando frases de conversaciones imposibles. Algunos quieren ahora recuperar la memoria, pero sospechamos que la intención final, será, como estamos haciendo con las memorias que no se han perdido, para olvidarlas para siempre.

Qué pena, porque si nos creemos que la humanidad es un camino, cada eslabón que dejemos atrás nos impedirá avanzar con la fuerza de estar todos juntos, los muertos y los vivos.

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