Sobre el Chikiliquatre, Eurovisión y el ridículo
Chiquilicuatre o Chikiliquatre, el representante de España en Eurovisión, un Concurso de canciones que son enviadas y votadas por decenas de países que tienen algo que ver con Europa, no ganó. Al menos, no ganó el Concurso de marras. Que popularidad y dinero, sí que han conseguido los creadores de esa farsa que ha venido gozando de un apoyo colectivo inusitado desde que salió a la palestra.
Ganar un concurso en el que los votantes manifiestan, no ya su aprecio a los valores musicales de una canción, sino las simpatías y antipatías por las poblaciones vecinas, nacidas desde lo profundo de la incultura histórica popular...y, encima, con un personaje inventado, es imposible.
Incluso lo sería para personajes reales que fueran presentados desde la Europa clásica, canten bien o mal. José Luis Uribarri, el gran desentrañador del Festival detrás del telón, lo explicó como los ángeles, para regocijo general.
Rodolfo Chikiliquatre jugaba, pues, en otra dimensión. Era una creación de la imaginación, y su canción, elegida para representarnos como resultado de una votación popular, animada desde un programa de humor y expoleada por un comunicador con gran carisma (Buenafuente), resultaba ser una pantomima que ridiculizaba el propio Concurso. Mucha tela para un Festival que mueve mucho dinero y en el que España, junto con Francia, Alemania e Inglaterra, costea el grueso del tinglado .
Cuando, en una competición cualquiera, uno de los candidatos cree firmemente, por su experiencia anterior acerca de cómo se las va a gastar el Jurado, que no va a ganar, tiene tres opciones:
La primera, hacer como si nada y presentarse con toda la ilusión intacta, con su dignidad como bandera. La segunda: no presentarse, enviando una carta más o menos agria a la Organización expresando que se tienen mejores cosas que hacer (véase Italia); y la tercera: presentarse y ridiculizar desde dentro el invento. Esto es, lanzar un torpedo bajo la línea de flotación, pero sin carga mortífera, solo con pólvora y risas.
Desde AlSocaire nos pareció que Rodolfo Chililiquatre no hizo, ni mucho menos, el ridículo, sino que ridiculizó. El ridículo lo hicieron otros cantantes y pseudocantantes, de otros muchos países, porque pretendían actuar seriamente y resultaron tan cómicos como el que satirizaba el escenario. Resultó así un espectáculo formado por esperpentos y originales, en el que resultaba difícil descubrir quién era quién, entremezclados con un par de buenas canciones e intérpretes.
El espectáculo de Eurovisión no está muerto, qué va. Ha evolucionado certeramente hacia lo burlesco. Está ya perfectamente situado en lo que gusta a la mayoría: lo impersonal, el poutpurri.
Ha conseguido devenir al terreno de una mezcla preciada en todo reality show: masa casposa, gentes que se esfuerzan en hacerlo lo mejor posible, junto a otras que lo ridiculizan de la manera más ácida imaginable, empresarios e intermediarios manejando cantidades ingentes de dinero, artistas ilusionados, aficionados escépticos, cómicos, espectadores obnubilados, sensualidades aberrantes, aberraciones soportables, ... La vida misma.
Lo que no nos gustó es que nuestra participación fuera costeada con dinero público. Aunque, pensándolo bien, tampoco eso, en sí mismo, resulta tan grave. Porque nos ha servido como publicidad para expresar a todos esos países que creen tener algo en común que nosotros no solamente somos diferentes. Es que ya estamos de vuelta.
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