Sobre la noche de Madrid
La noche de Madrid hace tiempo que no es lo que era. Queremos indicar con ello, que se ha perdido el que fuera un espacio para la diversión, el ligue ocasional, disfrutar de la charla con los amigos mientras se toman unas copas de más.
Hacías todo ello con la seguridad de poder volver a casa incólume. Sin que unos desconocidos te rompieran las costillas sin mediar palabra, en un asalto para quitarte hasta las muelas doradas, Ahora, si tienes más suerte, puede que solo la noche termine de patitas en la calle, porque unos uniformados diligentes te hagan dejar el coche aparcado en el arcén porque un aparato insolente delata el ligero exceso en contenido en alcohol de tu aliento, en conexión inversa con el estado eufórico de tu cerebro.
La noche de Madrid se ha puesto peligrosa, sobre todo, porque hay grupos de matones preparados a golpe de gimnasio en artes marciales, que pueden dirimir sus diferencias a tiros. Un hampa al parecer, relacionada con el control del "próspero negocio de las discotecas y pubs", según explica una diligente policía al atónito televidente, mientras de fondo se ven unos cuerpos inertes cubiertos con esas mantas impermeables metalizadas que ponen un acento enigmático co a la muerte en la calle.
Ocasionalmente, esos atletas venidos fundamentalmente de las guerras balcánicas o de las peleas a tiros en los barrios marginales latinoamericanos, pueden probar su fortaleza mental mediando en una celebración de cumpleaños, y rompiéndole el corazón a un chaval de 18 años que, por ello, se quedará eternamente adolescente en la imagen desolada de sus padres, familiares y amigos.
Puede también que en el tiroteo, por el que esas torres de alquiler no tienen mayores escrúpulos en afirmar que la vida del otro no vale un peine, hieran o maten a alguien que tuvo la mala suerte de pasar por allí. Porque la noche de Madrid no es lo que era, y el clan de los de Miami puede dilucidar, a tiros de Glock 9, con el de los búlgaros -formado por rumanos, dicen- si el Heaven Palace, el Joy Eslava, o todos los lugares de copas y bailes de Madrid son suyos o tuyos.
La delincuencia importada puede entrar en un Hospital, a sangre y fuego, y matar a tiros a un individuo recién operado, justificando su actuación en que se trataba de un jefe mafioso colombiano, muy inerpuesto en el mundo de la droga, que había decidido curarse del corazón con la medicina española.
Puede que esa delincuencia anónima para el ciudadano, pero, según se puede creer, bien conocida de las policías madrileñas y españolas (pero que no deben querer hacer trascender mucho su avance, para no asustar al personal), en la noche de Reyes, traigan a los elegidos el regalo excepcional de ver que les han desvalijado el coche, junto a otros centenares; no importa si aparcados en la calle o perchados en los garajes comunitarios.
Con lo que el ciudadano más atónito aún, acuda presto a denunciar el caso a internet, y luego a las dependencias policiales, desbordando así los eficientísimos métodos seguidos para el registro policial, cada vez más adecuados para dejar constancia burocrática de esos desmanes, con los nombres de las víctimas, sus identificaciones, las de sus padres, domicilios, y, por supuesto, número de bastidor, color del coche y matrícula del vehículo en el que han sustraído la cámara fotográfica digital.
Un consejo, pues, para navegantes. Quédense en casa, amigos. No salgan por la noche. La noche de Madrid ha perdido atractivo. Si no tienen nada mejor que hacer, y no les apetece mirar la calle con los prismáticos para descubrir lo que pasa por el barrio, pueden siempre acudir al placer solitario de ver una película norteamericana sacada del videoclub.
O también es aconsejable escribir un blog, qué carajo.
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albert -