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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre los derechos del autor y las libertades del que no paga

En torno a la cuestión de los derechos de autor se mueven -como en casi todo- unos cuantos compañeros de viaje, que poco tienen que ver con lo que dicen defender.

Que la obra artística, literaria o  científica -por no citar todas las formas posibles de creatividad humana- han de reportar algún beneficio a su creador y que éste ha de ser quien disponga de la facultad de quedarse con ese producto de su trabajo o renunciar a él, parece incuestionable.

Ah, pero la mayor parte de los beneficios de la creatividad no van a parar a los que lanzaron la idea, o la hicieron posible, En la maraña de intermediarios que se interpone entre el creador o artífice y el consumidor, se queda la parte del león de lo que paga el usuario, espectador o lector.

Creemos que internet ha propiciado una revolución en cuanto a las decisiones de difusión de la obra propia, especialmente de la que se puede plasmar por escrito.

El creador desaparece, gracias a internet, como el responsable directo y generalmente único de la acción de permitir la libertad de acceso y de difusión de su obra. Una vez que su obra (musical, literaria, científica e incluso gráfica) ha sido colocada en la red digital, con o sin su autorización, todos pueden tener acceso a ella, a su disfrute, a su uso.

La polémica en relación con el propósito del Gobierno de promulgar una Ley que matice la normativa "antidescargas" que había colado en la disposición final de la Ley de Economía Sostenible, que ha sido protagonizada desde las blogs, ha permitido a algunos medios periodísticos y políticos atribuir la oposición al control de la "piratería digital" a los "blogueros".

No se debe, sin embargo, confundir en un mismo saco a todos los internautas, porque este grupo no forma ninguna categoría intelectual, ni el elemento que los sirve para determinar es completamente ajeno a ellos y de carácter completamente neutral desde el punto de vista ético.

Los internautas se encuentran respecto a la red, en una posición parecida a los automovilistas respecto al automóvil. Hay buenos y malos conductores; los hay que son pilotos de carreras y otros que constituyen un peligro en la carretera.

Respecto a la información que circula por internet, hay que admitir, mal que nos pese, que la mayor parte de los contenidos que los internautas vierten a la red (globalmente considerados) son "basura intelectual" o comunicaciones sin interés para terceros. 

No hay más que echarse una mirada por los blogs, nacionales y extranjeros: se han convertido en una forma gratuita y rápida de poner a disposición de todo el mundo cuantas paridas mentales  se le ocurran a uno. Es un misterio aún no desvelado porqué muchos de esos destrozos gramaticales, cuando no genuina expresión de desequilibrios mentales y testimonio de la baja formación, tienen seguidores, e incluso, muchos seguidores.

Otra parte no desdeñable de internautas se construyen su prestigio a base de copiarse e interconectarse unos a otros, alabándose mutuamente o criticando a los que hayan sido reconocidos como gurús de un tema -con la evidente intención de llamar la atención de esos principales-, generando miles de anodinos grupos de opinión, supuestas redes sociales influyentes, que se cuecen en su salsa, repitiendo hasta la saciedad comentarios escritos con los pies o con la mano derecha (la que cobra) sobre lo divino y lo humano.

Descargar gratis la obra de terceros, usando incluso programas pirateados, por aquello de que todo el campo es orégano y hay que apoyar la libertad de expresión, es una falacia argumental. Pero la copia indiscriminada, no autorizada, a la que se pretende ilegalizar, no es el único problema de la red. Si se concentran las medidas en perseguir el copieteo de obras con derechos cobrados por la Sociedad de Autores, y solo en ellos, hay motivos fundados para afirmar que se está protegiendo a una clase de creadores y a unos intereses específicos, los de las grandes sociedades multimedia.

Creemos que es necesario, ante todo, legislar para impedir la difusión de información personal no autorizada, para controlar la usurpación de personalidad en la red, el hurto de datos, y, también, controlar los contenidos falsarios que se publican en la red. Porque la difusión intencionada de información falsa, en especial, aquella destinada a causar daño a otro, o a su negocio, debe ser perseguida y castigada. En esta esfera, los potenciales perjudicados por el maluso de la red digital somos todos.

En el terreno de la creatividad, es necesario que, si el autor no ha reconocido, de forma expresa, que renuncia a sus derechos de creativo, se detecten y persigan las copias piratas, impidiendo su difusión y castigando a los que se lucran por ello. Por el respeto hacia la gente que crea y porque, la mayoría, viven de eso, de imaginar y cobrar por ello. Y es que, además, tenemos muy poca gente que cree en este universo de copieteo, por eso hay que proteger a esa población en vías de extinción.

En este sentido, no se entienden las posturas sentimentaloides o torticeramente reivindicativas de la libertad para copietear los contenidos con los que algunos dicen proteger la libertad de opinión. Dígalo Enrique Dans, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Julio Alonso, Víctor Domingo o el lucero del alba.

(sigue)

 

1 comentario

Miguel -

Y entonces?, te mojas o no?, hay que poner puertas al campo y cerrar webs y castigar a internautas piratillas?, hay que cambiar el modelo de negocio de la cesión de contenidos?, @edans nunca tiene razon?? ;),