Sobre la solvencia de los municipios y sus riesgos de falencia
No se habla, en esta crisis, de cómo puede afectar a la situación económica de los municipios, aunque hay que suponer, por pura lógica, que sus contratistas estarán sufriendo o empezarán a sufrir las dificultades de la falta de confianza en el futuro que, de pronto, se ha instalado en la sociedad financiera.
Si los ingresos por los precios de agua, tasas de recogida de residuos, impuestos de bienes inmuebles, alquileres de plazas en cementerios, etc., no se producen en las cuantías esperadas , habrá que empezar a preocuparse por los préstamos y adelantos basados en la pignoración de futuros.
El futuro ha dejado de ser, incluso para los municipios, el sitio apacible en el que debíamos pasar en bonanza el resto de nuestros días, para convertirse en una combinación de madrastra y enano saltarín que nos han emponzoñado la manzana.
Los municipios son, en España, las instituciones que más ciega confianza habían manifestado en el futuro. Gracias a él, y a su poder de convicción, han conseguido jugosos cánones adelantados a cuenta de ingresos futuros por los servicios ques tenían que prestar al ciudadano. Ordeñaron la gestión del agua, la recogida de residuos, recalificaron parcelas y rehabilitaron edificios, modelaron plazas y cambiaron adoquines a las aceras. Hicieron museos, teatros, mercados, túneles y monumentos. Y lo hicieron a pesar de tener las arcas vacías, con la connivencia de bancarios y contratistas que veían despejado el futuro.
El punto clave del razonamiento fue siempre que los municipios, uno de los elementos de la administración del Estado -"la tercera pata"- no podían quebrar. Su endeudamiento superaba con creces los límites admitidos por la Ley de Bases, pero se acudía a la fórmula mágica de adelantar los ingresos futuros actualizándolo con tasas de interés cada vez más bajas y con previsiones de crecimiento cada vez más empinadas.
Así se podía disponer en el hoy de los hipotéticos beneficios de la recaudación municipal.
No es por tocar las narices ni a rebato en este momento de preocupación general, pero no vendría mal que, ya puestos a hacer balance y cuenta nueva de las alegrías que nos condujeron hasta aquí, se haga la evaluación neutral de las consecuencias de la hipotética falta de liquidez de los municipios para pagar sus compromisos. ¿Qué solidez tiene esa deuda? ¿Se atreve alguien a revisar la solvencia de los municipios, a la luz de estas candilejas?
Porque el riesgo de falencia municipal es una derivación más de la falta de confianza -y seguramente, nada pequeña- que ahora nos ha entrado respecto al futuro.
(Nota: Falencia tiene dos significados: a) Quiebra del comerciante; y b) engaño o error. Ambos conducen a conclusiones parecidas en la lectura de este Comentario)
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