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Al Socaire de El blog de Angel Arias

Sobre las dificultades de probar el mobbing

Como corresponde a una sociedad bien organizada, el mobbing, esa palabra prestada con la que definimos la presión que alguien ejerce sobre otro, despreciando lo que hace, ridiculizándolo, vejándolo, con el propósito de conseguir su desánimo, necesita cómplices. El autor del mobbing suele ser, según las escasas estadísticas disponibles, superior jerárquico del perseguido. El sujeto de la persecución es probable que sea mujer, con edad comrpendida entre 40 y 55 años, y funcionaria de la Administración pública.

Pero no quedan las cosas ahí para definir el panorama. El protagonista de este acto, como sujeto agente, al ridiculizar, busca que el caso sirva de ejemplo para los demás subordinados, y el mensaje suele ser: Mirad lo que hago con éste, que creéis tan listo. Lo mancillo, lo desprecio, le hago sufrir. Ay de quien siga su camino.

Los que asisten al espectáculo del suplicio del sujeto paciente, se callan o ríen las gracias, corroborando la actuación del jefe, del compañero que va de más listo. Tienen miedo de perder su empleo, de pasar a ser ellos también perseguidos. La tortura del otro queda así completa: autor y cómplices, pues tal catalogación merecen los que no intervienen para parar los pies al que tortura.

Está bien probado que el que sufre mobbing es, en realidad, envidiado. Es más ocurrente, más listo, más trabajador... Es competencia para el que realiza el mobbing y sus cómplices, y, por eso, se produce su persecución y su marginación. El dolor que le causan sirve de catarsis para los más inútiles.

Una juez de Lleida, al juzgar un caso de mobbing ha vuelto a poner el dedo sobre la llaga de la ausencia de una definición precisa de la acción típica del mobbing, lo que obliga a buscar otros tipos penales para castigar al torturador: delito de lesiones -síquicas- coacciones, actuaciones contra la libertad y seguridad de los trabajadores...

No habría por qué buscar los tres pies al gato. Tiene cuatro. Hay que hacer el esfuerzo de definir el mobbing, el acoso laboral, y tipificarlo de forma autónoma. Es una vergüenza social que la mayor parte de esos torturadores queden impunes, y sus cómplices crean protegerse haciendo daño al que, casi siempre, y de forma objetiva, es más valioso.

2 comentarios

piratasinparche -

Bien es cierto que el mobbing es el fenómeno de acoso o irregularidad laboral más común al menos en nuestro país, pero existen otros no menos sangrantes.

Os puedo decir que desde hace tiempo llevo notando una modalidad muy curiosa que se refleja en la parte económica del trabajador. Resulta que el empresario de turno, en razón de causas poco claras, solicita de sus trabajadores (laborales o autónomos) la devolución de un pequeño tanto por ciento de lo que se cobra a fin de mes aduciendo que si no te gusta puedes coger la puerta una vez finalice tu contrato, que otro vendrá.

Creo que a esto habrá que denominarle de otra manera tal como el "chorizing".

Guillermo Díaz -

Ciertamente es muy difícil la prueba del mobbing, ya que por miedo, ningún empleado de la empresa está dispuesto a declarar ante el Juzgado de lo Social.
De otra parte, tratándose como se trata de un fenómeno harto frecuente, los sindicatos (Comités de Empresa y Delegados de Personal) mantienen una actitud pasiva y escurren el bulto, cuando lo que deberían de hacer es presionar y en su caso denunciar al autor.