Sobre la cirugía estética y el tatuaje
Letizia Ortiz, la chica del pupitre de al lado protagonista de un cuento real que le ha llevado a Princesa, se ha operado de la nariz. La Casa Real ha comunicado que la esposa del Príncipe de Asturias ha debido someterse a esta intervención quirúrgica para corregir una desviación del tabique nasal congénita que le causaba algunos problemas respiratorios.
La Princesa del cuento respirará mejor, pero también está -a los ojos de sus futuros súbditos como de cualquier observador- aún más guapa. Las fotografías que la muestran antes y después de pasar por el quirófano, dan evidencia de que se le ha eliminado el puente de la nariz, que daba a su perfil un sesgo algo aguileño. Ahora, el apéndice luce recto, inmaculado, perfecto.
Estamos en buen momento estético. Osama, Carla Bruni, nuestra familia real -y otras realezas menos nuestras, como la sueca-, deportistas del baloncesto, tenis, la natación sincronizada y de lo que nos echen, actores y actrices, presentadores de TV, gentes de empresa, contrastan con los tipos con los que nos cruzamos por la calle y, por supuesto, con nuestra imagen cuando nos atrevemos ante el espejo.
La preocupación por estar aún más hermoso lleva tiempo asentado entre nosotros, obstinándose en dividir a la población entre guapos y feos. No entre listos y torpes o entre esforzados y vagos. No. Bellos o invisibles.
Contagiados por esta obsesión que viene desde arriba, es lógico que las intervenciones para corregir "defectos" en nuestro cuerpo, mejorar el aspecto de alguna parte de él, incrementar ciertas dimensiones o reducir otras, estén en los órdenes del día de muchas familias y a la escarpela se le dediquen muchos dineros. Se ha recogido por periodistas de investigación de lo que hacen los demás que un regalo cada vez más solicitado por las adolescentes es una operación de cirujía estética.
Ya no basta pues con tener más o menos claro cuál es el ideal de belleza, sino que queremos personificarlo en nuestro propio cuerpo. Los guapos son los seres más envidiados, y el aparecer como joven y guapo aunque se sea ya viejo y se haya nacido feo, es un objetivo que obsesiona. Todos, presidentes, reyes, princesas, políticos, empresarios, gentes de la calle y del piso de arriba quieren ser, sobre todo, hermosos.
Han cambiado las cosas. Hoy veríamos a Carlos I haciéndose operar la mandíbula, a Wiston Churchill rebajándose por liposucción unos cuantos kilos de grasa, o a los Sforza cambiándose la cara siguiendo un dibujo de Botticceli.
Aunque también nos queda un mínimo consuelo a los feos. Hacernos un tatuaje horrible en la piel, incluso en la zona más visible, para aparecer horrorosos. Ese parece ser ser el objetivo de algunos humanos -en número creciente- que se hacen incrustar sobre la piel, estúpidos dibujos, leyendas o arabescos, que dejan la marca indeleble del momento de enajenación por el que han pasado y que les llevó a la puerta de un especialista en tatooing and piercing.
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